Las imágenes de una ciudad como Alepo convertida en un gigantesco vertedero de escombros, que no solo entierra edificios, sino también cientos de miles de vidas humanas pueden llegar a estremecernos desde la impotencia, pero hay personas que encuentran en conflictos como este razones incontestables para defender una reivindicación histórica que solo busca un destino: la paz.

«El gasto militar no es más que el inicio de la guerra», en estos términos se expresa Jordi Calvo, un activista que lleva años investigando conflictos, viviéndolos incluso en primera persona, para llegar a la conclusión de que contra el discurso oficial de organismos como la OTAN o la UE que defienden que el aumento en el gasto que se destina a la industria armamentística es una apuesta por la seguridad de la comunidad internacional, no deja de ser una falacia.

Su implicación en el cometido de «conseguir el contrapeso» frente a los argumentos oficiales de las grandes potenciales mundiales, además de su persistencia y su empeño por difundir la cultura de la paz, le han convertido en una voz autorizada más allá de las fronteras nacionales, y así se constata tras su reciente elección como vicepresidente del International Peace Bureau (IPB), una institución que se hizo merecedora del Nobel de la Paz en 1910.

Aunque él resta méritos personales a este nombramiento, lo cierto es que se trata de un hecho histórico dado que en el IPB, fundado en el año 1892, nunca antes había ocupado un cargo alguien de Castelló, para más señas de la Vall d'Uixó.

Concienciar a la opinión pública

Calvo habla de sí mismo con la modestia propia de un investigador que está tan centrado en conseguir que su trabajo llegue al máximo de gente posible y obtenga los resultados que busca, que no le queda demasiado tiempo para alimentar sus egos. En este sentido, el hecho de ser uno de los cuatro vicepresidentes del IPB para él solo es una oportunidad para su causa, la que lleva impulsando desde hace tiempo en el Institut Delàs d'Estudis per la Pau (Barcelona), del que forma parte, y que busca por una parte, concienciar a la opinión pública de que «los países dedican un dinero a gasto militar que sería necesario para otras cosas fundamentales como la educación o la sanidad», y por otra, acabar con las armas nucleares.

Para alcanzar estos propósitos se necesitaría una conciencia ciudadana que creara un movimiento pacifista más fuerte que tuviera influencia sobre las decisiones en las altas instancias, de ahí que la educación por la paz esté entre las prioridades de Jordi Calvo, pero como miembro del IPB participará activamente en acciones de mediación entre países, dado que esta institución es reconocida «como interlocutor en foros mundiales», de ahí que para este investigador su integración en el organigrama sea «una oportunidad para que nuestro trabajo tenga una incidencia internacional».

Dada la envergadura de sus investigaciones, centradas fundamentalmente en el comercio de armas, sus implicaciones y sus consecuencias, Calvo ve en los 3 próximos años (período de duración del mandato) una oportunidad. «Si no estás en el ámbito internacional te pierdes cosas o no entiendes parte de lo que está pasando», de ahí que reconozca que no deja de ser un reto personal, sobre todo porque en el IPB «hay gente que lleva toda la vida en el activismo por la paz, son ejemplos de vida muy inspiradores».

Su juventud es sabia nueva para una institución muy antigua a la que le cuesta renovarse, pero de la que está dispuesto a aprender, al tiempo que aportará su experiencia, convencido como está de que sus objetivos no son una quimera, sino un cometido más honorable que seguir creando conflictos, alimentados con armas que nutren el PIB de los países que pretenden calificarse como desarrollados.