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El Proceso

Uno escucha el supuesto interés de Carboni en el Castellón y lo primero que piensa es qué tendrá ahí dentro el Partido Popular valenciano que es incapaz de soltarlo. Lo piensa resabiado, quiero decir, impulsado por un resorte inmediato, desconfiado como un perro apaleado conocedor de los precedentes; y por estas cosas, entre otras, se hace indispensable el tutelaje municipal en los meandros de la era Cruz: el albinegrismo ha recibido un maltrato tan cruel y continuado que es tremendamente vulnerable ante lo que se avecina.

Decía Omid el martes en la tertulia de Onda Cero que lo único bueno de los últimos días había sido la victoria sobre el Recambios Colón. No pude sino discrepar: desde que se anunció el despido de los tres jugadores no han dejado de ocurrir cosas buenas. La posterior rebelión del vestuario, un ejercicio de dignidad mayoritario, nos recuerda que el fútbol sigue siendo de los futbolistas y ha precipitado una serie de reacciones a cada cual mejor. El apoyo unánime de los aficionados y la posterior torpeza del club al manejar la pacífica concentración de Castalia provocaron a su vez la aceleración de los tiempos en la estrategia del ayuntamiento, cuyo objetivo último no es echar al club de sus instalaciones, claro, sino desalojar más pronto que tarde al propietario.

Ahí radica en mi opinión la gran diferencia con crisis anteriores. El ayuntamiento popular asumió desde el primer día a Cruz como aliado y mal menor, y consideró que la solución pasaba por aplazar y aplazar el problema, esperando que sonara la flauta en el aspecto deportivo. Pero ese problema perenne lo heredó el actual consistorio, y no va a permitir lo mismo. Tardará semanas o meses, cuestión de tiempo y ampliación mediante, pero ya nada volverá a ser igual.

También hay que asumir que en torno a la creciente debilidad de Cruz se va a repetir el baile de rumores que desemboque, quizá, en la división de los aficionados, entre pro, anti y demás líos. Se va a disparar una vez más la cascada de intereses entre buscavidas de diverso pelaje. Se va a hablar mucho, como siempre, la fiesta del disparate, pero por encima debe imponerse la firmeza del plan.

Siempre corremos el riesgo de confundir el deseo con la realidad, pero yo estoy aquí hoy: el proceso ha comenzado y no tiene pinta de que se vaya a frenar.

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