Un tapón de corcho es mucho más que un simple sistema de sellado para permitir la conservación del vino o el cava. Detrás de cada una de las piezas hay una historia que habla de naturaleza, de paciencia y de amor por la tradición. Espadán Corks, ubicada en la localidad castellonense de Soneja, es una de las pocas empresas de nuestro país especializadas en la producción y comercialización de este tipo de tapones.

«El origen de la empresa se remonta a mis bisabuelos, que trabajaban en una compañía corchera de Eslida que era de capita belga y quebró a principios del siglo XX», explica Adolfo Miravet, gerente de Espadán Corks. Según cuenta, «Eslida era entonces el centro corchero de la Comunitat Valenciana y, al quebrar la Compagnie Industrielle du Liege, se creó la Compañía Industrial del Corcho, que ya era española y llevaba sus tapones tanto al Puerto de Palamós como al Cabañal, en Valencia, donde ya trabajaba mi abuelo».

Sin embargo, esta segunda empresa no corrió mejor suerte y que su antecesora y también tuvo que cerrar sus puertas. Como forma de pago, la firma dejó sus fincas de alcornocales e instalaciones en Eslida en manos de sus trabajadores. «Tras varios años allí, en 1982 hicimos una nave en Soneja, nos trasladamos y empezamos a trabajar para corcheras de Cataluña y de Francia», explica Miravet.

Allí vendían sacas de 10.000 tapones de lo que se conoce como enrasadas, que es cuando se mezclan los tapones de alta y baja calidad. «Aunque sea de un mismo árbol, el corcho del bosque sale de distintas calidades, ya que por ejemplo el que viene del lado donde el sol le da al árbol es mejor que el que sale de la zona donde tiene sombra», refiere. Sin embargo, la falta de márgenes en la comercialización hizo que en 2006 la compañía decidiera, además de producir sus tapones artesanos, venderlos directamente a las diferentes bodegas.

En concreto, trabajan con empresas de la Rioja, Priorato, Ribera del Duero, Canarias, Mallorca, Requena, Valencia, Alicante, Castelló, Austria y Francia.

Un proceso manual

«Nosotros sacamos a mano el corcho de un alcornoque que, entre poda y poda, necesita un periodo de espera de 14 años para volver a producir», especifica el gerente de Espadán Corks. Una vez retirado del árbol, las remesas de corcho se trasladan por las pistas forestales a lomos de varios mulos hasta el camión que las lleva a la fábrica, lo que encarece el producto final. «No todo el corcho es lo suficientemente bueno para elaborar tapones para el vino», especifica Miravet, que añade que «el corcho de peor calidad se tritura y se emplea como aglomerado para los tapones de cava, que es donde no podemos competir con el de Marruecos o Argel, porque allí la mano de obra es mucho más barata».

La falta de ayudas para el mantenimiento de los montes por parte de las administraciones es otro de los obstáculos a los que deben hacer frente. «La calidad de los tapones depende de la calidad que tenga el bosque y, si no llegan nuevas ayudas para el mantenimiento, a los pequeños productores nos es imposible asumir la totalidad del gasto de cuidado del entorno, producción y comercialización un producto en el que se está concentrando mucho oligopolio contra el que no podemos competir», lamenta.

No obstante, para ayudar a transmitir el amor por la naturaleza y por las cosas hechas a mano Espadán Corks, que el año pasado produjo nueve millones de tapones, también colabora con entidades como la Escuela de Enología de la Universitat Politècnica de València, así como con el Grado de Ingeniero de Montes y la Escuela Técnica de Capataces Forestales, aportando formación.