Las doradas o lubinas sólo eran asequibles antiguamente para las personas pudientes. En la actualidad estas especies forman parte de la dieta de la mayor parte de la población. Ello ha sido posible gracias a su cría en cautividad, lo que ha propiciado una reducción de sus precios. En la reproducción de peces ha jugado un papel importante el Instituto de Acuicultura de Torre la Sal, el centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que está especializado en la acuicultura. El objetivo de sus investigaciones es producir peces de manera industria. Esta circunstancia permite productos más competitivos y hace que las diferentes especies pescado se puedan dispensar durante todo el año.
Ahora sus estudios intentan cerrar el ciclo productivo del atún. «Técnicamente es posible pero no hay producción suficiente», explica José Miguel Cerda, director del centro de Torre la Sal, que resalta que sus investigaciones no sólo sirven para la acuicultura sino que también se extienden a otros campos de la ciencia como la endocrinología o la genética.
Entre otros proyectos, el espacio del Prat de Cabanes estudia el uso de saborizantes para piensos con la finalidad de que gusten más a los peces y crezcan más. También coordina la iniciativa «Parafishcontrol» en la que participan 20 entidades de Europa. Con un presupuesto de siete millones estudia los parásitos y sus efectos en los peces. El propósito, explica Cerdá, es conseguir vacunas para combatir enfermedades de los peces.
También trabaja en la utilización de piensos vegetales para alimentar al pescado. «Así se consigue que no se recurra al mar para que coman los peces y se gana en sostenibilidad», reseña.
¿Tiene mejor gusto el pez de mar o el de una piscifactoría? Según el responsable del centro, «los paneles de degustación han encontrado diferencias no en el sabor sino en la textura». A nivel nutricional, resalta que la acuicultura se diferencia con las capturas de pesca en la trazabilidad, «ya que sabemos lo que le sucede al pez hasta que llega a la mesa».
El centro se inauguró en 1979 y recogió el testigo de una antigua pesquería del Grau de Castelló que llegó a cerrar el ciclo del langostino. El edificio inicial era la diputación y al cabo de unos años lo adquirió el CSIC.
Se divide en varios espacios. En la visita, el director muestra unos tanques llenos de doradas en el que observan su ingesta o realizan simulaciones de las diferentes estaciones del año, mientras unos técnicos extraen sangre de una lubina. En otra sala hay pequeños peces cebra que, según Cerdá, sirven de modelo que se utiliza para hacer experimentos cuyos resultados se trasladan luego a otras especies más comerciales.
Torre la Sal empieza a notar un cierto repunte en la financiación, añade Cerdá, tras unos años de drásticos recortes.