La maquinaria del estado para cambiar la Constitución española de 1978 ha empezado a moverse y esta vez parece que va más allá de retocar al dictado y en agosto un artículo. Por ello, nos acercamos a la figura del senador castellonense Joaquín Farnós (Castelló, 1935) que encabezó la lista al Senado por UCD en 1979.

Hoy es el aniversario de la Constitución, ¿Cómo recuerda aquel momento ahora que parece se ha iniciado el proceso de reforma?

Incluso antes de morir Franco ya se plantea qué va a pasar. Hubo muchas teorías y suposiciones, y también una cierta angustia e incertidumbre por lo que podía pasar. En aquel momento me dediqué a consultar de manera telegráfica a personas que me pudieran informar, periodistas, gente influyente...El comandante del Aire Santos Suárez, que bebía de la fuente original del Rey, años antes dijo en el Termalismo ante más personas, «tranquilos, que el Rey lo será de todos los españoles y en una democracia».

¿Cómo un médico, como usted, se lanza a la política en aquel contexto?

Mi padre era el presidente de los empresarios de Castelló y estaba en política porque era concejal en el ayuntamiento, lo cual no quiere decir que yo venga de una familia franquista. Mi abuelo, a pesar de ser el ermitaño de Benlloch, estuvo preso 3 años con Franco y por ello conocí la cárcel de Castelló y los presos políticos. Pero me puse en política en medio de un viaje a Estocolmo. Pío Cavanillas quería fundar en Castelló la UCD y Rodolfo, su hermano, me pidió que pasara a verle. Al volver, llamé a unos cuantos amigos en el salón de la Mutua Industrial en la calle Mayor y me quedé como presidente de una especie de gestora. Pero me fui a África a trabajar durante más de un mes, cuando se legalizó el partido comunista, y al volver, en un ambiente tenso a derecha e izquierda, me encuentro las listas en El País como candidato al Senado. ¡Y yo no había hablado con nadie! Una vez en casa, intenté convencer a otros, pero en una comida, el equipo de Virginio Oñate me desafió y me dijeron que era un cobarde. Ante una acusación tan contundente... tenía miedo de presentarme y hacer el ridículo, pero al final dije, ¡adelante!

Ya como senador, tuvo la misión de ‘hacer’ la Constitución.

La Constitución no la hicimos los constituyentes, ni mucho menos. Estaba hecha. Cuando fui senador, el primer acto fue en El Puig y hubo un lío tremendo. El PSOE no quería entrar porque como eran republicanos, estaban los reyes y no querían. Los de UCD, muchos que venían del franquismo no querían entrar porque estaban los presidentes de Diputación. Y allí nos anunció el estado autonómico. No había tomado posesión y ya nos avanzó lo más importante, porque el resto, como los Derechos Humanos, es universal.

Usted es muy crítico con la ordenación del modelo territorial.

En su guía de la Transición, el Rey cometió errores gravísimos, como el término de nacionalismo histórico, que pactó con Pujol y con los vascos. Hay una frase lapidaria del 23-F, en la primera llamada del Rey, que es a Pujol y le dijo: «Jordi, tranquilo».

Habla de errores en el modelo, pero uno de los motivos para abrir el proceso de reforma es el título VIII.

La Constitución, con la que hemos podido vivir muy bien durante 38 años, yo soy de la opinión de que no hay que cambiarla, sino enmendarla, pero no para hacer un estado federal como quiere el PSOE. Cataluña está dividida con el proceso y está creando un problema de estabilidad enorme en España; todos sabemos que en seguida vendrían el País Vasco y luego Galicia. En caso de tocarla, hay que abolir las autonomías porque no sirven para nada.

Pero, para continuar con esa estabilidad de 40 años, ¿no es necesario hacer renuncias en el modelo territorial como las que se hicieron para reconocer el Partido Comunista, en aras de la concordia?

Antes, en Francia, el 25% votaba al partido comunista, cuando aquí el PSOE está en el 22%, imagina como ha cambiado la situación en Europa. Estamos en una situación muy delicada y en los asuntos delicados, como ante la muerte de Franco, todo puede ocurrir, hasta el caos. En mi opinión, ahora todo puede ocurrir, hasta el caos. Por lo tanto, los políticos tienen la obligación de dialogar y buscar las mejores soluciones, no para los partidos, sino para España. Estamos viviendo en la partitocracia.

¿Ve ahora un liderazgo como el que, según usted, hizo el Rey Juan Carlos en la Transición?

No. Me baso en un curso de FAES del año pasado en El Escorial, que quería regenerar España, por lo que entiendo que piensan que ahora está degenerada. En el curso estaban Rajoy y Aznar. No tengo la esperanza en que nos salga un líder capaz de convencer hoy en día porque incluso el PP está colaborando en la partitocracia. Si fueran honestos y pensaran como una empresa dirían, ¿Para qué sirven las autonomías? Para nada. Y las eliminarían.

Y en esa racionalización, ¿Dónde quedan las diputaciones, según usted, que ha sido presidente de la de Castelló?

La más importante. He tenido la suerte de ver el ejecutivo en Madrid, la diputación y Les Corts. Es el más importante porque el 50% vive en pueblecitos. Si de Castelló se ocupa Valencia, todo para Valencia. Lo primero que hizo Lerma con la autonomía fue la Ley de Coordinación de las Diputaciones para quitarle funciones.