Ni remontada épica, ni noche para el recuerdo. El Villarreal desperdició la oportunidad de escribir la primera noche para el recuerdo en el Estadio de la Cerámica en un encuentro en el que, aunque es cierto que se vio perjudicado en parte por el colegiado, el equipo amarillo no estuvo a la altura del órdago que debía afrontar. El submarino regaló demasiado pronto un gol que dejó zombi al equipo y ni siquiera el tanto de Soriano, al filo del descanso, logró alimentar la fe en la anhelada remontada, en conseguir el pase a los cuartos de final.

Entre la impotencia y la indignación se le marchó la primera mitad al Villarreal, hasta que Sansone despertó a un equipo que caminaba catatónico tras el tanto de Oyarzabal. Con la obligación de buscar la remontada, los amarillos arrancaron el duelo excesivamente presionados por la exigencia. Con la novedades de Álvaro González Rukavina, Rodrigo y Santos Borré, en el once en comparación con el duelo del Barcelona, el submarino intentó imprimirle vértigo al duelo, pero la Real Sociedad se supo posicionar atrás, aguantar los envites locales y buscar la contra para sentenciar la eliminatoria.

Bruno, en el minuto 13, forzó a Rulli a emplearse a fondo con un disparo desde la frontal, tras una jugada por la banda derecha de Castillejo. Parecía que el Villarreal controlaba el partido, pero entonces Oyarzabal se encargó de dar un mordisco a la eliminatoria casi definitivo. En el minuto 16, tras un centro de Zaldua desde la derecha, el canterano blanquiazul se encontró con el balón dentro del área. Ensayó un primer disparo que golpeó en Rukavina y el rechace, después de regatear al serbio, lo convirtió en gol.

Incapaz de renunciar a la épica, Castillejo anotó en la siguiente jugada. Se filtró muy bien entre líneas para superar al defensa y recibió el pase de Bruno. Pero cuando los amarillos marchaban hacia el centro del campo, Fernández Borbalán anulaba el tanto por un fuera de juego que no existió en ningún momento.

Le sucedió al equipo de Escribá lo peor que podía pasarle en ese momento. El Villarreal se ofuscó. Cabreados contra el árbitro, impotentes ante un marcador casi irremontable e incapaces de romper el entramado defensivo de su rival, los amarillos veían caer los minutos sin generar peligro. Sólo Santos Borré en el minuto 22, que estrelló un balón en el palo derecho de la puerta de Rulli tras superar al guardameta argentino, sacó al conjunto castellonense de la postración en la que vivía.

Entonces Sansone rescató la eliminatoria del sueño de los justos. El duelo se encaminaba al descanso cuando el Villarreal forzó una falta en la frontal del área. Al estilo Messi, desatascó el partido con un tremendo lanzamiento de falta que se estrelló en la madera. El rechace lo recogió Soriano que empató la contienda.

Incapaces de generar peligro

En la reanudación, tocaba aprovechar las inercias. El subidón de confianza del Villarreal debía cebarse con las dudas generadas en la Real por el tanto de Roberto Soriano. Apretó al comienzo el conjunto de la Plana, pero los donostiarras se mostraron seguros y contundentes detrás. El dominio era amarillo, pero a la hora de generar peligro el equipo pecaba de inocencia. Se echaba de menos más colmillo.

En la medular, Rodrigo no acumulaba errores, pero le faltaba más presencia ofensiva. Además, tras el primer cuarto de hora, el cansancio comenzó a apagar la intensidad local. Escribá intentó inyectar oxígeno a su equipo con la entrada de Pato, pero el brasileño tampoco fue capaz de meter el miedo en el cuerpo a la Real.

Los vascos cada vez se encontraban más cómodos. Juanmi, que sustituyó a Wilian José en el intermedio, se encargaba de entorpecer el juego amarillo. A esto se sumaba la seguridad defensiva de los de Eusebio Sacristán. El submarino se perdía en un sinfín de triangulaciones, en su propósito de superar la retaguardia de la Real Sociedad, para terminar colgando balones que sólo encontraban las cabezas de Íñigo Martínez o Aritz Elustondo.

Gastó su último cartucho Fran Escribá con la salida al campo de Manu Trigueros. El talaverano debía imprimirle al equipo el vértigo que no había aparecido en los 75 minutos anteriores. Pero, aunque salió con mucha voluntad, pronto se contagió de la impotencia que crecía a pasos agigantados entre los castellonenses. La expulsión de Sansone después de una patada por detrás a Granero fue la prueba más palpable.

El pitido final sólo sirvió para certificar lo que se sabía de antemano. El Villarreal se despide de la Copa del Rey tras una eliminatoria sin brillo en la que quizá recibió un castigo desmesurado, pero en la que tampoco estuvo a la altura de la exigencia de la competición y del rival.