La de Vicente Santolaria Escrig es una historia de dificultades con un final muy triste. Quizás por los obstáculos que la vida puso en su camino desde que perdiera a su madre con tan solo 4 años, se convirtió en un hombre de profundas convicciones, hasta el punto que murió por ellas en un momento en el que en España muchas personas desaparecían, convirtiendo su herencia en un recuerdo guardado en los corazones de quienes nunca les olvidaron.

Esa es la justicia que se hizo ayer, la del corazón. A las doce del mediodía de una mañana de invierno especialmente fría, un reducido grupo de personas se reunió en el cementerio de Cirat para participar en «un pequeño acto de reparación», como describió Juan Santolaria, un sobrino nieto de Vicente. En un entierro cargado de simbolismo y emotividad, Juan vio culminados muchos años de investigación, gestiones y descubrimientos demasiado dolorosos, que han permitido que quien fuera alcalde del municipio durante varios meses de la Guerra Civil Española repose «en la tumba en la que estaba enterrada su madre. No podía haber ningún lugar mejor para él». Aunque también cree que «no es el Cirat al que le hubiera gustado volver, el que está gobernado por el PP de Fabra».

El relato de las vicisitudes por las que tuvo que pasar Vicente puede ser muy similar al de multitud de personas a las que los odios institucionalizados por la guerra arrebataron la vida sin más razón que acabar con el enemigo. De hecho, Juan Santolaria reconoció que «somos inmensamente afortunados» porque gracias a la intercesión y las facilidades de la Generalitat de Cataluña, pudieron recuperar los restos de su tío, enterrados sin nombre, ni cruz, ni ningún elemento identificativo, en un cementerio de la localidad de Tremp, en Lleida.

Las razones por las que Juan Santolaria se embarcó en el proceso que le llevó a localizar su paradero, son las más legítimas. «Mi padre quería mucho a su tío, al que vio por última vez a los 18 años cuando tuvo que desaparecer». Vicente Santolaria Peña, que así se llamaba, llevaba muy mal la jubilación. Su hijo Juan, con la pretensión de animarle le sugirió que «era el momento de hacer cosas que tuviera pendientes. Me dijo que lo único que le quedaba pendiente era localizar y recuperar a su tío».

Investigar para cerrar la historia

Con la convicción de cerrar una historia que quedó interrumpida abruptamente, empezó a investigar, descubriendo que Vicente murió en Tremp, la Guardia Civil tenía documentación al respecto, lo que les acercaba a su localización. En ese punto, el padre de Juan falleció y dejó en manos de su hijo el firme compromiso de que su tío abuelo «volvería aunque tuviera que traerlo con mis propias manos».

El proceso no ha estado exento de reveses, algunos de difícil comprensión, pero para Juan Santolaria no iban a frustrar sus pesquisas. En una consulta de los archivos informatizados del Ministerio de Defensa, halló una referencia sobre una causa penal contra Vicente, por la que fue condenado a dos años de prisión «por auxilio de bandoleros». Tras cumplir una dura pena que le llevó al límite con un intento de suicidio, recuperó la libertad, aunque como un hombre políticamente marcado.

Y es que, como obrero de la construcción en la Barcelona de 1916, Vicente Santolaria se vinculó activamente con la CNT de Salvador Seguí. Con la dictadura emigró a Francia, regresó en cuanto tuvo oportunidad y en 1931 fundó la CNT en Cirat. En el 36, como miembro del Frente Popular, fue elegido presidente del Comité Municipal y Antifascista, un cargo que no le hizo dudar a la hora de plantar cara a quienes pretendían llevarse a vecinos de su pueblo solo por estar incluidos en una lista.

El desenlace de la vida de Vicente Santolaria es duro porque habla de sufrimiento y de traición, la última la de alguien que le delató cuando se ocultaba trabajando de pagés a unos 20 kilómetros de Tremp. La Guardia Civil, que le seguía desde hacía tiempo, le detuvo y ahí acabó todo.

Contradicciones

«Las versiones de lo que sucedió son contradictorias», asegura Juan. El informe oficial señalaba que murió en diciembre, pero la autopsia dice que fue en noviembre. La causa de la muerte: la asfixia, aseguran que se ahorcó. Algunos testigos lo desmintieron y Juan está seguro de que no acabó con su propia vida. «Como sabían lo que habían hecho, en vez de enterrarlo fuera del cementerio, como se haría con cualquier suicida, le dieron sepultura dentro», lo que tantos años después fue determinante para su identificación.

Vicente fue detenido con una maleta y 900 pesetas en su poder. Muchos años después esa maleta seguía en el mismo lugar, a pesar de las reformas y del paso del tiempo.

Aunque hace unos 10 años se deshicieron de la maleta, el dinero sigue en una cuenta bancaria a la espera de que alguien lo retire, como una paradoja del vacío que dejó su vida, en parte ayer recuperada.