Cuando tengo un fin de semana libre acostumbro a pasar el tiempo con la familia y los amigos. Trato de desconectar y no ver deporte, pero reconozco que es prácticamente imposible. No soy de plantarme delante de la tele y devorar un sinfín de partidos de fútbol de Primera, la Premier o la Bundesliga, y mucho menos empalmo un partido de la NBA tras otro. Pero sí me gusta ver deporte del nuestro, del que nos pilla de cerca. Gajes del oficio, supongo.

A veces toca el novedoso Estadio de la Cerámica; otras Castalia; alguna que otra vez me dejo caer por el voley y, siempre que puedo, voy al Ciutat de Castelló a ver al Bisontes FS. Supongo que porque empecé profesionalmente cubriendo los partidos del Playas les guardo un cariño especial y me une una relación cordial con muchos de los que están hoy en día trabajando para que nuestro fútbol sala vuelva a estar donde se merece.

Es cierto que en los últimos años ha habido muchos cambios de propietarios, directivos, nombres, escudos, equipación... Y que para muchos nada tiene que ver el actual equipo con aquel que se codeaba con los grandes de Europa. Pero, en el fondo, a los que nos gusta el fútbol sala parece que internamente algo nos mueve y queremos, que de una vez por todas, el proyecto salga adelante tras varios fiascos que minaron la ilusión.

De momento, Manolín ha conseguido sacar lo mejor a un equipo joven, en el que no hay figuras y en el que todos suman. El de la Vall prepara cada entrenamiento y cada partido como si estuviera en Primera y me da la sensación que en una categoría como la Segunda B pocos entrenadores hay que se lo tomen tan en serio. El equipo es líder y, salvo catástrofe, luchará por el ascenso; a nivel de gestión el club está saneado y la afición apoya a muerte al equipo. Creo que este año «sí se puede».