Hace pocos días informábamos de la despedida de Margaux Moros como seleccionadora nacional de squash. Aunque su nombre sea poco común en la provincia, Margaux es nacida en Borriana y es, además, toda una deportista de élite que ha hecho y hace mucho por el deporte provincial y nacional. Las obligaciones laborales y familiares, según me explicó, le han llevado a tomar esta decisión después de estar siete años en la Real Federación Española de Squash, ya no solo encargándose de las jugadoras absolutas y las júniors, sino también de las labores de comunicación de la propia federación.

Margaux es deportista de élite, periodista y mujer. Una combinación podríamos decir que arriesgada en ambos mundos: el del deporte y el del periodismo. Tiene mérito, mucho, y quizás en numerosas ocasiones no le damos el valor que realmente merece.

Abrirse paso como deportista siendo mujer ha sido históricamente una carrera de fondo que, por suerte, de un tiempo a esta parte empieza a normalizarse y así se ha ido demostrando año tras año con la consecución de numerosos éxitos deportivos por parte de las féminas españolas. Atrás empieza a quedar aquello de que no somos válidas, que no estamos preparadas, que tenemos que ver el deporte desde la barrera y un sinfín de ¿argumentos? que han ido cayendo por su propio peso.

Pero si en el mundo del deporte la mujer siempre ha tenido un papel de secundaria, en el periodismo deportivo no nos quedamos atrás.

Siempre me acordaré de la absurda pregunta que me hizo un compañero de otro medio cuando me vio por primera vez en un estadio de fútbol cubriendo un partido. «¿Pero tú sabes escribir una crónica?», me dijo. ¿Hola? ¿En qué siglo vivimos? «Pues sí, claro», le contesté y por dentro me hervía la sangre. Tampoco se me olvidará el último ascenso del CD Castellón a Segunda División, no solo por la implicación emocional que para mí tenía sino también porque no me dejaron entrar en el vestuario para ver las celebraciones... ¡Porque soy mujer! «Pues sí, mire. Soy mujer, pero no quiero entrar para unirme a la fiesta sino para hacer mi trabajo como el resto de mis compañeros, porque me gano la vida como periodista deportiva y usted debería dejarme trabajar libremente». Pues no, no lo conseguí y en el césped que me quedé.

A capítulos como estos dos, hay que sumar las lamentables contraportadas de periódicos deportivos nacionales exhibiendo a las mujeres como objetos, galerías de imágenes en distintos portales web con la mujer como reclamo para ganar clicks o irrespetuosos comentarios que se suceden en tertulias, redes sociales e, incluso, hasta organismos públicos que nos toca aguantar, ya no solo a las periodistas deportivas sino en general a las mujeres a las que nos gusta el deporte. ¿Por qué no se nos puede tratar de igual modo? ¿No nos puede gustar el deporte o qué?