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Castelló

La ola de frío que congeló el mar hace 126 años

La gélida lengua que llegó entre finales de 1890 y principios de 1891 provocó una intensa helada en toda la Comunitat Valenciana, con temperaturas extremas en muchos pueblos

La ola de frío que congeló el mar hace 126 años

La imagen de los canales de Venecia congelados llega estos días a nuestras retinas rodeada de incredulidad, porque a todos nos cuesta creer que el mar llegue a congelarse en el sur de Europa. Mucho se habla de la ola de frío, intensa, que ha azota las últimas semanas al viejo continente, que llegó a la Comunitat Valenciana con la sorprendente imagen de la nieve en las playas alicantinas, y que llegó finalmente a Castelló con nevadas consideradas históricas en el interior.

Pero hubo una época, una fecha concreta, en la que las olas se congelaban tras romper en las playas de Castelló, una imagen que contemplaron hace 125 años los castellonenses cuanto el continente europeo sufrió una de sus mayores olas de frío.

Fue, precisamente, en enero de 1891 cuando, como recoge en un amplio informe el jefe de sección de Climatología de la Aemet en la Comunitat Valenciana, José Ángel Núñez, una gran ola de frío congeló Europa. En un gran trabajo de documentación, publicado en el blog de la Aemet hace un año, Núñez rememora una «gran lengua de aire frío» que duró casi dos meses, desde finales de 1890 principios de 1891, y que marcó un hito un 18 de enero de hace 125 años, día en el que Castelló llegó a registrar nada menos que -10,4 grados, aunque la palma se la llevaría Morella con -20 grados.

Núñez insiste en abordar la intensidad de la ola de frío de aquella época no solo desde una visión meteorológica, sino analizando el impacto que provocó en la sociedad de finales del siglo XIX. Para ello ha desarrollado una gran labor de hemeroteca, trabajo en el que encontró un volumen clave, «El libro de la provincia de Castellón«, editado en 1892 por el entonces cronista de la ciudad, Juan A. Balbás.

De este ejemplar, José Ángel Núñez extrae «emociones» de Balbás sin duda relevantes cuando habla de «una fecha memorable: el 18 de enero» día en el que el termómetro señalaba a las siete de la mañana -10,4 grados en Castelló, «quedándose bajo cero todo el día».

Según relataba el cronista Balbás, «las consecuencias han sido terribles, se ha helado gran parte de la cosecha de la naranja, pendiente aún en los árboles, así como también algarrobos y verduras». Llamativo es cuando recoge que «aparecieron heladas todas las acequias de la huerta y la acequia mayor», pero más sorprendente si cabe es cuando comenta que se helaron incluso los ríos Mijares en Castelló y el Ebro en Tortosa. Pero Balbás aportaría en su libro un dato realmente espectacular: «En el Grao se observó un hecho rarísimo que causó la admiración de todos los que lo presenciaron: olas del mar, al llegar a la playa, quedaban congeladas, formándose una inmensa faja de hielo a orillas del Mediterráneo».

José Ángel Núñez señala en su blog que «no es de extrañar la forma en que Balbás relataba los efectos del frío ya que la congelación de las olas del mar al llegar a la playa sería también en aquella época un fenómeno extraordinario». Al revisar las hemerotecas en Europa, el técnico de la Aemet se ha encontrado con referencias a la congelación del agua del mar, en ese invierno, en el puerto francés de La Rochelle, algo que no había pasado desde 1829, y en el mar del Norte, donde se hace mención a la congelación del puerto belga de Ostende.

Por supuesto que, dado el frío extremo que se produjo en España aquel mes de enero de 1891, fueron muchos los ríos que se congelaron. Según los datos recabados por Núñez, el espesor del hielo del Ebro a su paso por Zaragoza llegaba a los 20 centímetros, el Tajo también estaba helado en Toledo, «en el Llobregat unos jóvenes de Barcelona se paseaban por él en velocípedo» y en Valencia el Turia corrió la misma suerte. Esa ola de frío tuvo además otras consecuencias, como el fallecimiento de muchas personas o los daños en las cosechas. Lo curioso fue que, de repente, a partir del 21 de enero las temperaturas registraron un súbito ascenso, hasta el punto de que el deshielo comenzó a provocar problemas de inundaciones.

No se ha vuelto a registrar en castelló una época gélida tan larga e intensa como la de finales del XIX. El último episodio de frío se produjo hace una década, en 2006, con municipios alicantinos que llegaron a -17 grados. En Castelló se quedaron cerca de -1º, llegando a 10,5 grados en la localidad de Vilafranca. Desde entonces, ningún municipio de la Comunitat Valenciana ha bajado de los 15 grados negativos.

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