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Opinión

Coge a tu hijo en brazos

Muchas teorías sobre la crianza han recomendado reducir el contacto físico con el bebé a la mínima expresión. A finales del siglo XIX, el pediatra Luther Emmet Holt recomendaba no coger ni tocar a los bebés menores de seis meses. Hoy en día todavía existen tendencias de crianza herederas de estas prácticas tan popularizadas en su época.

Nada más lejos de la realidad. El ser humano es social, necesita relacionarse y transmitir. El modo más primario de relación es el contacto físico. El tacto es un sentido fundamental para los bebés al nacer y el contacto materno les asegura la supervivencia y el bienestar.

Gran cantidad de estudios avalan que los abrazos y caricias favorecen la secreción de oxitocina, serotonina y dopamina, hormonas responsables de la serenidad, el bienestar, la confianza y la felicidad. Al mismo tiempo, reducen las cantidades de cortisol, originado por episodios de sufrimiento y estrés como lo es el llanto. También favorecen el sistema inmunitario, el desarrollo físico, emocional e intelectual de los bebés.

Los bebés y niños no demandan el cariño y los abrazos por capricho ni egoísmo, con una intención de manipulación parental como se ha llegado a decir. Estas peticiones de contacto tienen la intención de sentir y mostrar afecto y conectividad emocional. Es su modo de sentirse seguros y queridos en un mundo todavía extraño para ellos.

El cómo se desarrolle el apego del niño durante su primera infancia (de 0 a 3 años) determinará su personalidad adulta y cómo se enfrentará a las situaciones estresantes. Las vivencias infantiles positivas generan más y mejores conexiones neuronales, favoreciendo, de esta manera, su relación con el mundo y sus expectativas de éxito.

A pesar de conocer todas estas ventajas es normal sentirse abrumados ante la compaginación de las actividades cotidianas con estar disponible enteramente a las demandas del bebé. Lo aconsejable es transmitir al bebé amor en esos contactos, interactuando con él de forma positiva, ayudándole a relacionarse con su entorno felizmente. Para ello, actividades como los masajes y caricias, el contacto visual con palabras amorosas y canciones, sonreírle y atender a sus demandas son actos fundamentales para su óptimo desarrollo y ¿quién puede negar que también lo son para los padres?

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