Sara Martínez Bretó se halla actualmente en tratamiento psiquiátrico. Lo necesita para superar la situación que ha arrastrado durante más de medio año. También ha aparcado sus estudios de Dietética y Nutrición Humana «estaba realizando las prácticas en una clínica, pero he tenido que pausarlas porque ahora mismo tengo una depresión».

Sara, benicarlanda, de 22 años, está pasando por una experiencia angustiosa cuya peor etapa se remonta al mes de junio, pero afirma que comenzó años atrás, durante su etapa de estudiante de 3.º de la ESO, «hace aproximadamente 8 años».

Durante esa época, uno de sus compañeros de clase era un chico retraído que se relacionaba poco con el resto. Sara intentó integrarlo en el grupo, pero comprobó que el chico interpretó erróneamente su interés, «empezó a dedicarme comentarios soeces». «Era un chico marginado y yo simplemente quería darle conversación, pero me di cuenta de que no podía hacer nada más debido al comportamiento que mostraba». El chico en concreto sufre una minusvalía, «no sé a qué nivel», añade.

Sara decidió apartarse del muchacho al comprobar que los comentarios iban subiendo de tono. Pero no fue hasta el año 2013 cuando el chico volvió a ponerse en contacto con ella a través de un mensaje privado de Facebook, «me preguntó cómo estaba, yo le respondí que me iba bien. Fue entonces cuando comenzó a acosarme a través de esta red social». «Me mandaba mensajes de manera continua, quería saber de mí, y me decía que era una persona maravillosa, la mejor persona que había conocido y afirmaciones de este tipo». «Al principio contestaba por cortesía, pero eran tantas que dejé de responderle, porque tenía miedo a que él creyera que podía existir una relación entre nosotros dos. Y se molestó», precisa Sara. «Se enfadó bastante y cambió su tono. Afirmó que no se esperaba eso de mí, que le había defraudado, y concluyó con una amenaza: lo que se siembra, se recoge».

Inicio de la suplantación

La joven en aquel momento no le dio importancia, pero en junio de 2016, dos años y medio después del último contacto con el muchacho, le advierten de que existe un Instagram con su nombre y apellidos, en el que alguien está subiendo fotografías de una chica que se parece mucho a ella manteniendo relaciones sexuales. «Lo fuerte es que la chica se parece muchísimo a mí. En esta cuenta de Instagram se agregaron todos mis contactos de Facebook, porque la gente creía que era yo cuando se solicitaba la petición de amistad, así que suplantó mi identidad, y además los pies de foto de las imágenes eran denigrantes».

Sara interpuso una denuncia en la Guardia Civil ya entonces, en junio. La cuenta de Instagram fue eliminada. En noviembre Sara empezó a recibir propuestas sexuales a través del Facebook de desconocidos de diferentes puntos de España y de países extranjeros «con un vocabulario muy obsceno». Los mensajes de alto contenido sexual iban mezclados con advertencias de personas amigas que le explicaban que algo estaba sucediendo con algunos perfiles de esta red social, «se habían creado cinco perfiles de Facebook con nombres aleatorios que no contenían imágenes, pero que fueron creados expresamente para difundir los enlaces de las páginas de videos pornográficos que alguien estaba enlazando en esas páginas». «Los cinco perfiles que difundían las páginas de pornográficas -con la misma chica que se utilizó en Instagram- incluían las fotos robadas de mi Facebook, mis datos personales, mi número de teléfono». «Mi privado del Facebook estaba repleto de propuestas sexuales mezcladas con avisos de gente que me advertía de la situación».

La difusión fue amplia, y Sara empezó a recibir propuestas obscenas por WhatsApp. «Mis amigas empezaron a preguntarme si no sospechaba de nadie». «Me acordé de este chico porque el tono de las publicaciones iba en la línea del que empleaba conmigo en el instituto, y empecé a sospechar». «Me mandó mensajes por el WhatsApp, y no se percató de que en el móvil sale también la imagen con el perfil, y entonces supe que había sido él, él mismo se delató».

Tras cinco denuncias a la Guardia Civil, y dos de ellas a la Policía Nacional, la primera de ellas en junio y la última el día 28 de enero, se tomó cartas en el asunto.

Así, Sara ha pasado más de cinco largos meses soportando propuestas de alto contenido sexual y con su foto navegando por Internet enlazada a videos y fotografías pornográficas.

En diciembre Sara ya trasladó a la Guardia Civil las sospechas acerca de quién podía ser el sujeto que había urdido toda esta trama cibernética, Al cabo de unos días se «presentó en el cuartel acompañado por familiares y confesó que todo lo había tramado él para fastidiarme, porque se sintió rechazado».

«Ahora él tiene antecedentes, y estamos a la espera de juicio» añadió Sara.