De menos a más, de la duda a la certeza, del sufrimiento inicial al éxtasis definitivo, el Villarreal firmó en Anoeta una oda al rock progresivo. El gol de Samu Castillejo en el minuto 94 culminó un crescendo laborioso y merecido, que tumbó a la ingenua Real Sociedad y devolvió la vida al equipo de Fran Escribá, reforzado con el 0-1 en la pelea por los puestos europeos, tras superar una situación de lo más crítica.

Arrastrando todavía los ecos del palo europeo, el Villarreal entró al partido escaso de tensión y de confianza. La tensión al menos la recuperó pronto, no sin antes pagar peaje por ello. Una desatención de Jaume Costa en un saque de banda devino en una falta lateral que cabeceó fuera, con todo a favor y en área pequeña, el central Navas. Era el minuto dos, apenas, y fue la mejor y casi única ocasión del primer tiempo, que insinuó más de lo que en realidad fue.

El Villarreal recuperó la tensión, que le hizo al menos defenderse con orden, pero no la confianza. Le faltó personalidad al equipo de Fran Escribá en el primer tiempo, incapaz de imponer algún tipo de grandeza individual o colectiva en el césped de Anoeta, conforme con un balance de mínimos: la prioridad fue evitar un descalabro inicial tras la desdicha romana del jueves. Los amarillos renunciaron groseramente a la pelota y al territorio. Cruzar la línea divisoria era noticia. Con alma encogida y cabeza gacha, el Villarreal avanzó en un constante lamerse las heridas.

Sin saber calibrar la importancia del momento, la Real Sociedad acaparó posesión y posición, asido a la brújula de Illarramendi, pero le faltó colmillo en el área, donde se empleó con infinita ternura. La ausencia de Willian José pesó por la inane ligereza de Juanmi. El conjunto donostiarra acumuló imprecisiones a pelota parada, y se fabricó situaciones óptimas en tres cuartos de cancha, por dentro y por fuera, en el sugerente baile de mediapuntas y centrocampistas, pero se pasó la mañana aplazando el don de lo concreto. Lo pagaría muy caro.

Al descanso se llegó sin goles y sin paradas reseñables de los porteros. Escribá no esperó y movió el banquillo. Acertó: Rodri relevó en el centro del campo a Trigueros, que había sido ampliamente superado, escoró a Adrián al flanco diestro y centró a Dos Santos para igualar la condición numérica. «¡Partido de 45!», gritaban los jugadores amarillos en el túnel. Ese era el éxito: seguir todavía vivos.

Mejoría con los cambios

Con el nuevo paisaje, el Villarreal mejoró. Dio un paso al frente, avanzó el bloque de la presión y recuperó más y mejor. El primer pase empezó a dañar a la Real, que se dejó embaucar por las primeras dudas. El movimiento de Escribá sirvió para igualar fuerzas y nivelar el partido. Ya no volvió la Real a encontrar el hilo.

En el minuto 51, el Villarreal dio el primer aviso. Bakambu desperdició un error del meta Rulli y disparó fuera a la media vuelta, con la portería vacía. La ocasión dinamitó el orden y abrió el intercambio de golpes que no se detendría. Ahí, con mayor o menor acierto, con mayor o menor fortuna, el Villarreal compitió: estuvo a la altura.

La Real se estiró en una falta que enroscó desviada Carlos Vela y en un testarazo sin tino de Juanmi. El Villarreal replicó con una subida de Mario que no enganchó bien Cheryshev, antes de salir disparado del carrusel de cambios. Si la Real empeoró con cada una de las sustituciones, con una flagrante falta de armario, el Villarreal encontró en el banquillo justo lo que necesitaba. Sansone atacó los espacios con el canino afilado y sembró el pánico en la zaga local, piscinazo incluido. El último cambio de Escribá, Samu Castillejo, completó la obra con el número final y definitivo, después de un cabezazo de Bruno al travesaño y la respuesta sin tino del joven Bautista. El Villarreal aprovechó la candidez del equipo de Eusebio Sacristán, que se descoyuntó en ataque sin apreciar el rédito del empate. El submarino amagó en un par de contras deshilachadas antes del jaque definitivo. En el último minuto del tiempo de prolongación, Jaume Costa maniobró en la izquierda hasta levantar un centro tenso que Castillejo voleó seguro a la red, con la diestra, solitario en el área desde segunda línea.