Mi mayor virtud como niño era la capacidad para permanecer en silencio. Yo era un niño que no hablaba apenas y que escuchaba mucho. Eran infinitas las sobremesas en mi pueblo, con mis padres y sus amigos, el formato tertulia con aire de asamblea clandestina: el hule a cuadros, el calor de la estufa, la nube densa del humo del tabaco, el olor intenso del café y el surtido de galletas sin precinto. El silencio era una forma de invisibilidad. Era casi magia. Nadie recordaba cuándo llegaba la hora de enviarte a la cama.

Callar y escuchar era la mejor forma de aprender. Temas impropios de la infancia, temas que me parecían fascinantes en la medida que lo entendía. Callar, escuchar y aprender era mi patria. Por desgracia la vida te va empujando a lo contrario. En el reino de la opinión la duda está mal vista, y no hablemos del silencio, interpretado siempre a medida. Quieren que hables, insistas en que digas. Este niño no habla, qué le pasa, qué te pasa, no seas maleducado, espabila. Quieren que seas como los demás. Quieren que seas algo que tú nunca serías. Quieren que hables y digas.

Llevo unas semanas evitando esta columna albinegra. Callando y escuchando, quizá aprendiendo algo. Creo que en torno al Castellón, por lo general, nos escuchamos poco. Hablamos, oímos, pero escuchamos poco.

A mí el porvenir del club me inquieta más que nunca. Me parece que se está confundiendo una premisa básica. En nombre del acoso al infame David Cruz estamos consintiendo todo. Hay una línea muy tenue que separa el daño a Cruz del daño al Castellón. Dudo si Cruz es solo la excusa, una más, en este rapto inconcebible. Ese ayuntamiento que en noviembre lo veía clarísimo, en diciembre no tanto, en enero no se acuerda y febrero lo vamos acabando, nos dice que el dinero público no está para el fútbol. El Castellón queda fuera de las subvenciones por un motivo doble: compite en Tercera y la élite se acaba en Segunda B, según la normativa propia, y es una Sociedad Anónima Deportiva, y punto, como si no hubiera fórmula para salvar ese escollo, porque lo que se echa en falta en realidad es espenta y voluntad para andar un camino.

Porque tendrá que haber un camino.

El caso es que seguimos con las riendas en manos ajenas, y el caso es que tenemos mala suerte de todo tipo, los albinegros, también con el convenio del estadio, una derivación del escenario construido. Mala suerte geográfica: esta doctrina no se da apenas en ningún otro sitio. Mala suerte deportiva: para el resto de deportes, en la era de la futbolfobia política y en proporciones mayores, sí está el dinero público. Mala suerte cronológica: aquí para el fútbol lo hubo, lo hubo muchísimo antes de que expoliaran el músculo público, en cantidades ingentes para los más poderosos hasta que convino el cambio de discurso, el nuevo estado de opinión que penaliza a los pobres y favorece a los ricos, y lo llaman progresismo.

Mala suerte de todo tipo.

La posición de fondo es muy cómoda: no podemos porque está Cruz, pero tampoco forzamos la maniobra que saque a Cruz. Y así pasa el tiempo, qué sé yo, con la sensación de no estar jugando con todas las cartas: Hacienda, acreedores, administrador, justicia. Si lo explican bien, será un placer callar, escuchar y aprender, como un niño.