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El barrio de Eloy Moreno

Cuando las relaciones sociales se vivían en la calle

Eloy Moreno viaja en el tiempo para recordar su infancia, el desaparecido colegio Virgen de Lidón, las salas de recreativos, o cómo el Twitter y el Facebook eran simplemente jugar al aire libre

Cuando las relaciones sociales se vivían en la calle

La calle, ese espacio en el que comienzan miles de historias, es la base de los recuerdos de infancia de Eloy Moreno (Castelló, 1976), un escritor singular, que abandonó la placidez de su puesto de informático en el ayuntamiento de la capital de la Plana para cumplir su sueño, que no es otro que ser escritor, y para lanzar un continuo mensaje de optimismo a sus lectores, a las personas en general, empujándolas a la búsqueda de la felicidad.

En la actualidad triunfa con su última novela, 'El regalo', que se suma a sus anteriores publicaciones: 'Cuentos para entender el mundo' (1 y 2), 'Lo que encontré bajo el sofá' y 'El bolígrafo de gel verde', ese boli que marcó un antes y un después en su vida. Empezó a esbozar la historia en 2006, la culminó tres años después y, cual estrella del rock, se embarcó en un tour nacional para, una vez autoeditada, darla a conocer por todos los rincones del país. Espasa se fijó en ese escritor infatigable y acabó por editar 'El bolígrafo de gel verde' a nivel nacional, que ha vendido ya más de 130.000 copias.

Eloy Moreno ha sido capaz de reinventar al escritor, capaz de tener en la actualidad 170.000 seguidores en Facebook y casi 52.000 en Twitter, de trasladar sus mensajes de optimismo en esas tazas de desayuno con las que nos asomamos a cada amanecer o de realizar, con un éxito llamativo, rutas literarias por Toledo o Alarcón, ciudades protagonistas en 'Lo que encontré bajo el sofá' y 'El regalo', respectivamente.

Quedamos con nuestro protagonista en la heladería Ricardo, un clásico de varias generaciones de la ciudad. Eloy Moreno pasó su infancia y adolescencia en una pequeña casa alquilada de la calle Alloza, desde donde se trasladó con su familia a San Roque. Desde el primer choque de manos te das cuenta de la energía que transmite y del optimismo que irradia con sus palabras y con su continua sonrisa. Es consciente de que a él le ha ido saliendo todo rodado, pero asegura que muchos de sus lectores, empapados por su impulso, le transmiten que han apostado por cambios en sus vidas para cumplir sus sueños, «y les sale bien», asevera.

Eloy, que estuvo los primeros cuatro años de su vida en Oviedo, se trasladó definitivamente en 1980 a Castelló y recuerda una infancia feliz en el entorno de Alloza, donde la calle era el campo de juego de los chicos y chicas de su generación. «Todas las tardes bajábamos para jugar a la pelota, para compartir secretos; en casa casi no estábamos». Vivir en el centro permitía además tener a mano todo lo que se necesitaba y la comodidad de poder ir andando a todas partes.

Damos un paseo por el barrio y enseguida comprobamos que el paso del tiempo ha sido implacable con muchos negocios, con esos rincones y edificios que marcaron su infancia. Es el caso del colegio Virgen de Lidón, en la plaza Maestrazgo -en frente del Mercat de Sant Antoni-, «un colegio que tenía la curiosidad de tener el patio en la azotea» y que hoy es un bloque de viviendas.

Otro clásico de los años 80 era Deportes Manels, hoy reconvertido en una tienda de accesorios para teléfono móvil, un aparato que nos marca la vida en la actualidad, pero inexistente en la infancia de Eloy. Igual que las videoconsolas, que absorben el ocio de los jóvenes del nuevo milenio. Hace 30 años también se jugaba a los 'marcianitos', pero en los locales de 'maquinetas' como Tico's, en la esquina entre la avenida Rey Don Jaime y la calle Poeta Guimerá , donde además de destruir aerolitos «compartías el ocio en persona, con los amigos». Tico's ya no existe, como tampoco la panadería de la calle Alloza a la que acudía la familia Moreno.

Otros negocios sí que han podido sobrevivir al paso del tiempo, como la droguería Catalana, entre la calle Alloza y Colón, la farmacia Barberá o Foto Cine Lledó. «Ahí íbamos a revelar los carretes de fotos y afortunadamente seguimos teniendo contacto», señala. Lo que ensalza Eloy Moreno es que «pisaba la calle a diario; se podía ir andando a todos los lados, como al colegio, o al instituto Ribalta. Puedo decir que nunca he madrugado en exceso porque lo tenía todo a menos de cinco minutos de casa... Eso era calidad de vida».

Un punto de reunión del barrio eran los quioscos de la familia Barrachina, tanto el de la calle Antonio Maura como otro en Alloza, en esos años en los que se podían conseguir «desde chicles a cigarrillos sueltos». Eloy se movía entre tres o cuatro calles, marcadas por «una frontera imaginaria que no debías cruzar». En ese ámbito estaba también la calle san Luis, adonde se acercaba para comprar sus vinilos en Discos Tipo -ya desaparecido- o para ver los instrumentos de música de Portolés.

Porque Eloy Moreno también tuvo, y tiene, inquietudes musicales. Estudió guitarra y solfeo y recibió clases particulares en la calle Antonio Maura. De hecho, confiesa el escritor castellonense que hizo sus pinitos musicales en su época en el instituto Ribalta, donde ensayaba con su grupo Disfunzión. «Una época fantástica sin duda», rememora.

San Nicolás

Pero el núcleo de la infancia y juventud de Eloy era sin duda la calle Alloza, que aún mantiene el urbanismo de pequeñas viviendas unifamiliares aunque con una fisonomía totalmente distinta, donde los locales de ocio han ganado terreno, como es el enlace con la calle Morería, punto del tardeo tan de moda hoy en día.

De Alloza recuerda las fiestas del barrio. «Eran todo un acontecimiento, las casas adornadas, la calle como punto de encuentro... Hasta podías ir a la campana de la iglesia de San Nicolás». Un pequeño templo, donde estaba la antigua mezquita de la ciudad, «en el que se casaron mis padres, que prácticamente vivían en frente de ella».

Recuerdos y lugares de una ciudad que, quién sabe si, quizás sean en un futuro fuente de inspiración para una nueva novela con la que seguir siendo inconformista, optimista y soñador.

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