Castelló es una ciudad reiterativa en los homenajes. Casi todo lleva el nombre del rey Jaime I, sendas plazas exiben dos bustos idénticos dedicados a Cardona Vives y la plaza de Huerto Sogueros cuenta ya con tres menciones al «menador». Anteriormente, este oficio había merecido el reconocimiento del ayuntamiento con la instalación de una fuente de Ripollés rematada con una docena de manos con artrosis.

La escultura se sitúa a escasos metros del bajorrelieve que el Rotary Club había erigido en memoria de este trabajador manual y del edificio de Hacienda, que ahora se ha bautizado con su nombre. Con esta nueva obra, la UJI vuelve a ocupar un espacio en el centro de la ciudad que se suma, curiosamente, a la Llotja, el otro edificio relacionado con el cáñamo. Por esta razón, los responsables universitarios han querido que el vínculo con este cultivo fuera lo más explícito posible. Sin embargo, el oficio de «menador» no fue el único, ni el más significativo, que se practicó en aquel huerto urbano o en el término municipal.

Otros oficios del «cànem»

Si repasamos la actividad en su conjunto, observaremos que, junto a los críos que giraban la rueda al grito casi esclavista de: «Mena, bort!», se encontraban también los filadors, corders, agramadors, espardenyers, solers y llateres; amén de los tratantes de la citada lonja. Se trataba, pues, de la más importante industria radicada en Castelló hasta la aparición, a principios del siglo XX, de las fábricas que se dedicaron a la producción de otras manufacturas: textiles (Dávalos) o de manisetes (Diago). En gran medida, el cáñamo vino a sustituir a la caña de azúcar, la planta que, con anterioridad, también había mantenido su presencia a través de dos ingenios (calle Vera y camino del Grau).

El de los espardenyers fue un gremio que estuvo estrechamente ligado a la introducción del socialismo en la capital, tanto por la filiación al PSOE de muchos de los trabajadores dedicados a la confección de alpargatas, como de la de sus propios patronos. En estas mismas páginas dominicales, ya dimos noticia de Pere Punxabases, un personaje famoso en el cambio de la centuria por tener la habilidad de desatascar las balsas donde se humedecía la fibra. Muchos se mareaban con los efluvios del cannabis y alguno hasta falleció en el intento.

Fue un tiempo en que liarse un pitillo de aquella hierba no era ilegal, ni tenía consideración terapéutica. Respecto a la fabricación de las suelas de espardenya, esta labor requería de un banco de trabajo en el que el operario trenzaba las cuerdas hasta ahormar la forma del pie. Entonces ocurrió que a una señorita se fijó en uno de ellos y le preguntó: «¿I tu on treballes?». A lo que el solero le contestó solícito: «Jo, en el banc».