Los morantistas y los albinegros, en eso de aguantar mofas, compartimos espacio vital. Ni les cuento si uno, como es el caso, milita en los dos bandos. A veces llevamos la cruz con paciencia en Castàlia. Ayer tocó en la plaza, el de la Puebla abandonó el coso andando mientras sus compañeros lo hacían a hombros de los costaleros.

Albinegros y morantistas, que tanto da, somos fieles a nuestros inquebrantables principios, a nuestras convicciones y ni el amarillo color del oro ni toreros con más éxito popular nos hacen cambiar de opinión. Los mejores muletazos, los de sentimiento, composición estética y compromiso artístico los dio José Antonio frente a dos astados limitados de fuerzas, nobles pero con poco fondo físico. Pinturero en el primero, a sus redondos les faltó ligazón y ante el cuarto inmortalizó verdaderas estampas que, reproducidas en blanco y negro, parecían extraídas de las revistas taurinas de los años veinte del siglo pasado: esos tironcitos que tan poco se llevan, tal molinete, cual por alto... Su lote, con un poco más de fuerzas hubiera sido ideal para dejarlo respirar y montarle una faena chipén, pero no...

El lote se lo llevó Castella y el que hizo segundo, que se llamó ´Farfonfillo´, de no tomar la vara del reserva, hubiera sido un toro con pocas fisuras. Aún así desarrolló bravura durante el último tercio y Sebastián, muy voluntarioso, no hizo más que darle pases, que no es lo mismo que torear. Eso sí, no tuvo ningún rubor en hacerle un quite, del todo innecesario, al cuarto de Morante... El francés mató extraordinariamente bien a la segunda y paseó una oreja. En el quinto le pidieron las dos pero el presi, en su sitio, solo concedió una. Le pitaron, pero obró con justicia y se le felicita. A la verónica no se lució en toda la tarde y enmendó un poco el manejo del capote por chicuelinas. Saludó por alto a pies juntos y recordó por momentos al que mueve la bandera en la llegada de los grandes premios de la F-1. Mediado el trasteo afloró una serie e nredonde de mano baja de lo más relajada. Puro espejismo, por lo que optó por la quietud, el aguante y el desplante antes de cerrar por manoletinas. Aburrió, en suma. Otra vez la espada lo redimió y dejó una estocada que optará a premio.

Si a un torero le gritan ¡guapo! por su cara bonita tiene mucho ganado y poco que arriesgar. Es el caso de Manzanares, que abandonó el ruedo a hombros y en compañía de Castella. El de Alicante dejó buenas verónicas con el compás abierto en el último, tiró de plasticidad sin arrimarse demasiado y la faena navegó entre dos aguas porque a la evidente nobleza del ´núñezdelcuvillo´ le administraron grandes dosis de sosería. Jose María lo mató recibiendo y la espada quedó tendida. Se le valoró la intención y le concedieron una oreja.

El tercero fue complicadito, el peonaje pasó fatiguitas y el maestro, tomando el mando de las operaciones, intentó echar las telas abajo. ´Bobito´ tuvo una mansedumbre encastada, buscó los adentros y el diestro le birló algún derechazo largo y templado y ciertos naturales de buena factura. También remató con gusto. Pero lo más valorado estaba por llegar. Echó la cara arriba el toro, le quitó la muleta y la cazó el hombre al vuelo. No vean qué ovación...

El hecho relatado da idea de lo que es una tarde de toros de las denominadas del clavel: gintonics sobrevolando peligrosamente las cabezas del personal; gente que se inmortaliza compulsivamente en selfies en plena faena; cuñado que saluda a cuñado a voz en grito, de pie y agitando los brazos para que lo vea desde un punto diamentralmente opuesto y desconcierto a la hora de catar el toreo. ¿Se acordará alguno de uno solo de los pases ejecutados por quienes han salido en hombros?. Ahí lo dejo.