En esta sección de memoria de papel no podíamos (ni queríamos) saltarnos la efeméride de los veinticinco años de la publicación de la primera viñeta del dibujante Xipell. Desde entonces hasta hoy han corrido ríos de rotring del 0.4. Sin embargo, aquel 30 de marzo de 1992 de resaca post-magdalenera, tres personajes de la vida pública local realizaron su particular aparición en escena para hacer el balance de las fiestas. La novedad fue que no eran nuestros Gimeno, Fabra y Falomir de carne y hueso, los que hablaban, sino sus todavía tímidas caricaturas a través de bocadillos como trasuntos de las pandillas de Mafalda o Mortadelo. El chiste era malo, como muchos de los que vinieron después, pero el hecho en sí fue histórico. Tal como explicó el escritor Joan Garí en el prólogo de Draps de clau: «Xipell va donar acta de naixença, sense pensar-ho a una curiosa però necessària tradició: per primera vegada, els personatges de la vida pública castellonenca eren retratats amb un propòsit encomiable: fotre-se’n».

El viñetista no lo diría mejor, aunque a buen seguro que nunca utilizaría una palabra tan gruesa. Eso sí, «fotent-se» o no, el hecho incontrovertible es que la contemplación de Carlos Fabra, de Víctor Falomir y de José Luis Gimeno ya no sería fácilmente disociable de aquellos trazos esquemáticos en tinta china; muy en especial la de los círculos oscuros de las gafas del presidente provincial del PP o los del rostro cejijunto del primer teniente de alcalde. Este, al reconocerse, no dudó en llamar a Vicent Borja, el delegado de entonces de Levante de Castelló, para pedir las explicaciones debidas. Pero el edil Falomir, en el fondo, por lo que estaba más preocupado era por saber cómo se tomarían sus hijos, todavía en edad escolar, ver aparecer a su padre en las tiras de Xipell, pues ya lo había convertido en un cartoon, pero sin la animación de Pixie y Dixie. El lector de hoy también podrá apreciar cómo en aquella primitiva tira Gimeno aún no lucía el característico tocado del Fadrí con el que después quedó inmortalizado para siempre como alcalde de campanario.

Carlos Fabra, (caso aparte)

El caso de Fabra fue radicalmente distinto al de su conmilitón. El líder máximo, en la presentación en Babel del libro de viñetas Draps de clau, tomó la palabra y ante el resto de autoridades, casi todos caricaturizados, se autoproclamó ipso facto presidente de una inexistente asociación de víctimas del dibujante. El resto de damnificados no le disputó la presidencia a Fabra quien, durante estas dos décadas y media, ha protagonizado buena parte de las tiras gráficas de Xipell en este diario. Fue él, su Number One indiscutible desde la primera viñeta hasta la enésima del caso Naranjax, quien dio el plácet a Costa de Aznar, el libro recopilatorio que fue editado en 1997 por el mismísimo ayuntamiento gobernado por el Partido Popular con mayoría absoluta. Y también fue él, el que le regaló un ejemplar de este álbum de viñetas a Aznar, el visitante más ilustre de Playetas, a quien Fabra agasajaba con langostinos y trataba de arrancarle el patrocinio de su aeropuerto sin aviones. Pero ni los frutos de mar ni el libro del chistoso resultaron argumentos de peso para que don José María se lo financiara.

La tira de años y una novela

La celebración de estos veinticinco años de humor gráfico «levantino» coincide en el tiempo, y por pura casualidad, con la presentación de «La peste del azahar», la primera novela, también sarcástica, de Joan Montañés Xipell. También es una circunstancia meramente fortuita que la aparición de este libro vea la luz en el momento de floración de los naranjos y, por tanto, en un tiempo en que la población local está más expuesta a los efectos de la pandemia.

Bromas a parte, el «mal» cítrico es la excusa que utiliza el autor para rendir un personal homenaje al escritor Manuel Vicent, quien en «Son de mar» ya definió sus síntomas principales. Joan Montañés Xipell, en «La peste del azahar» (La Pajarita Roja) construye un artefacto literario que, a modo de juego, propone a los lectores que observen la realidad a través de la óptica de estar todos sometidos a la influencia alucinógena y alienante que llega a producir una exposición prolongada a la flor del naranjo.

La historia se centra en la peripecia de un escritor «negro», que ha de superar un doble reto personal: redactar un texto alimenticio para pagar las letras del chalé y, a la vez, intentar superar su condición de autor anónimo firmando la que será su primera novela autógrafa. Una circunstancia añadida -carece de inspiración- le obliga a seguir a las vecinas de adosado, que ponto se convertirán en los dos personajes principales de su obra de ficción. Mientras las persigue deberá abandonar las tareas de redacción del extraño encargo que ha recibido: la confección del escrito de la moción de censura contra la todopoderosa presidenta valenciana, una mujer que esconde un enigma que el autor y los lectores tendrán que resolver.

La obra, pues, es una sátira mordaz de estas pasadas décadas de fastos, de arquitecturas excesivas y del liderazgo, ficticio pero reconocible, de una Molt Honorable de rompe y rasga.

Tras la tira de años de tiras gráficas, al fin, llega la primera novela de Joan Montañés Xipell; ¿sucumbiremos ahora al mal de la «fleur d’oranger»?