Anunciaban los carteles en la previa una fiesta en Castalia, pero allí en el estadio no se vivió nada de eso. Al contrario, fue una jornada de tristeza, si acaso la fiesta más triste del mundo, con la preocupación latente por el porvenir del Club Deportivo Castellón, la incapacidad del equipo para pasar del empate sin goles con el Crevillente, entre lesiones, y con la bronca indignada, una semana más, del aficionado hacia el presidente David Cruz, que lució emisarios chinos en el palco.

El partido fue malo, de una fealdad ventosa y molesta. La única ocasión clara de la matinal futbolera llegó en el minuto 93, y el asistente anuló el gol de Rubén Fonte por fuera de juego. El tedio rivalizó con la frustración, en ese farragoso quiero y no puedo en el que suelen caer equipos como el Castellón de hoy en día, donde los impagos van carcomiendo cualquier brote de alegría. Resultó inevitable fijarse en ese chaval, de unos diez años no más, con algo de sobrepeso e infinita paciencia, que vio el partido solo en Gol Sur alto, en la segunda fila entre el marcador y la Tribuna. El chaval aguantó sin aspavientos hasta el pitido final del minuto 95, viendo las jugadas pasar, y yo me pasé el segundo tiempo pensando qué pensamientos circulaban en su cabeza, cómo sería su vida, y cómo será a partir de ahora después de aprender tanto y tan crudo, de lo real, de los fracasos y del ser humano, en el 0-0 de ayer en Castalia. Me hubiese gustado conocerlo. Le debo un abrazo de respeto.

Bloqueo Del primer minuto al último y poco preocupado por aquello que llaman ética, el Crevillente se aplicó en el barro para acentuar las carencias del Castellón. El cuadro visitante presionó de entrada arriba, dificultando lo suficiente la salida trenzada para que pronto los locales abusaran del otro camino. Como Esaú sufrió para imponerse a los centrales, perdiendo la mayoría de los duelos, al Castellón le costó pisar territorio ajeno en posiciones ventajosas. Solo a partir de la media hora, quizá porque asomó el cansancio en las piernas alicantinas, el equipo de Manu Calleja se acercó en la práctica a lo que pretendía ser en la teoría. En el minuto 32, por vez primera, fue capaz de enlazar una secuencia de pases correcta, de lado a lado, y ahí, una vez movido el avispero, aparecieron los espacios. La maniobra terminó con un pase interior de Clyde al que no llegó Esaú, pero abrió una fase de ligero dominio local que, sin embargo, escaso de complicidades en los metros finales, no tuvo consecuencias en el resultado.

La primera media hora fue más del Crevillente, cómodo aún con el viento en contra, sin cometer equivocaciones de gravedad, con Juanjo picoteando a la espalda de los mediocentros, el ariete Miguel probando a Zagalá, y con su portero Óscar huérfano de intervenciones. El Castellón apenas pisó área: una falta lateral que enroscó Ximo Forner y que no acertaron a embocar ni Esaú ni Guinot fue la mayor intentona.

En esa falta del minuto 18 surgieron las primeras fricciones entre Enrique y Miguel, que se pasaron la mañana repartiéndose golpes a discreción. El banquillo visitante se unió a la fiesta justo en el descanso, buscando las cosquillas al central albinegro y encontrando la tangana correspondiente.

Al partido solo lo sacaban del sopor esa clase de distracciones. El primer tiempo fue malo y el segundo lo tenía fácil para mejorar, pero tampoco. Y eso que el primer vistazo del segundo acto tenía buena pinta, porque Chema se ubicó por fin en la derecha y Marenyà cambió a la izquierda para dejar todo el carril a Jesús López. El Castellón volcó el partido definitivamente, el Crevillente reculó, pero justo entonces se lesionó Jesús y, sin laterales y sin zurdos de repuesto, Calleja optó por el central Álvaro, que bastante hizo, en plan parche. El Castellón mutó en embudo sin cuello de salida, perdiendo al final las dos bandas al volcar a Manu a pie cambiado, y al Crevillente, que le faltó ambición para dejarse de cuentos e ir a por el partido, le bastó con trampear y trapichear para mantener la portería a cero. Ni siquiera hubo el clásico arreón final, porque Javi Zarzo se lesionó con los cambios agotados, y la expulsión del visitante Marc, también a palos de ida y vuelta con Esaú, quedó en anécdota estadística. Como el gol anulado a Fonte, el lamento de los postres.