Isabel Bonig ha visto ratificado este fin de semana su liderazgo al frente del Partido Popular de la Comunidad Valenciana tras dos años de impás y de problemas para legitimar su dirección, en una lidia permanente con el día supuestamente después de los casos de corrupción.

En el camino de esa legitimación, Bonig ha pasado de ser una lideresa de circunstancias tras el desastre electoral y la implosión del PP en València, tanto en el cap i casal como en la provincia, a ser la más que posible candidata del PP a la Generalitat en 2019.

Hasta la fecha, su posición era fruto de una serie de hechos consumados y asumidos por un partido retirado a los cuarteles de invierno después de las municipales de 2015. Con la ratificación, Bonig ha querido dar solidez a su propia estructura, de la que carecía hasta la fecha, y lo ha hecho con el beneplácito de los barones, tensiones con Vicente Betoret, líder aparente en Valencia a parte.

En su ascenso meteórico, Bonig saltó directamente de la alcaldía de La Vall d'Uixó a la conselleria de Infraestructuras, Agricultura y Medio Ambiente en 2011 de la mano de Francisco Camps y ello conllevó que no tuviera estructura de partido detrás de ella, como sí tienen, por ejemplo, Javier Moliner o César Sánchez.

Las raices de Bonig se anclan en la camarilla del que fuera vicepresidente de la Diputación de Castelló en la época de Carlos Fabra, Vicent Aparici y el grupo de afiliados de la Vall. No obstante, el cordón sanitario de Moliner con el fabrismo, a base de enemistades manifiestas como las que ha sufrido Bonig en su propio cordón en València, apartó a buena parte de sus valedores.

Con esta ejecutiva, la actual presidenta construye su propio liderazgo y para ello ha tenido que hacer encajes de bolillos con las presiones de los líderes provinciales y cuya solución ha pasado por reforzarse con el grupo de diputados que la acompaña en Les Corts.

Por el momento, los liderazgos de Bonig y Moliner son estancos. Es decir, que no confluyen en objetivos y por ello son perfectamente compatibles. Incluso el presidente de la diputación ha exhibido que en Castelló se ha apoyado más a la nueva presidenta que en las otras dos provincias. Hasta el punto de destacar el 97% de apoyos frente al 94%.

Sin embargo, Bonig se ha valido de los diputados castellonenses Rubén Ibáñez y Beatriz Gascó para la consolidación de su estructura, dos activos que encontraron on acomodo autonómico tras el reajuste promovido por Moliner. Sobre todo Ibáñez, que venía de ser delegado de personal en la Diputación de Castelló con Carlos Fabra de presidente.

De esta manera, Isabel Bonig consolida su estructura autonómica en las tres provincias al margen de los barones para armar al Partido Popular de cara a un tramo final de legislatura en la que ansían no construir una alternativa apartada de la corrupción, Bonig pidió perdón «por última vez» y que espera renovar la confianza de los electores.