Javier Moliner (30 de marzo de 1975) se puede considerar un superviviente político que ha sabido adaptarse a las vicisitudes de cada momento. Empezó en el año 2001 de concejal del Ayuntamiento de Castelló con apenas 26 años. En 2005, con Alberto Fabra de alcalde, asumió la concejalía de Urbanismo, y de 2007 a 2011 fue vicealcalde de la ciudad.

Carlos Fabra, expresidente de la diputación y del Partido Popular de Castelló, durante cerca de dos décadas, vio en el joven Moliner el perfil adecuado para relevarlo en el plano orgánico e institucional. En 2008, en el congreso que el PP provincial celebró en Peñíscola, Fabra lo designó oficialmente su delfín y lo nombró adjunto a a la presidencia. En junio de 2011, Moliner asumió primero la presidencia de la diputación, y desde esa fecha comenzaron las fricciones con su valedor. Quiso impulsar su propia agenda y consideró necesario rejuvenecer la estructura del PP. Pero el exbarón provincial y sus acólitos se resistieron. En su primer mandato en la diputación, Fabra obligó a Moliner a mantener de vicepresidentes de la institución provincial a dos personas de su confianza como el que había sido su mano derecha, Francisco Martínez, y su novia, Esther Pallardó.

Moliner y Fabra compartieron una bicefalia entre junio de 2011 y julio de 2012; en este tiempo el primero era presidente de la diputación y el segundo presidente del PP provincial.

Moliner no se arredró y movió los hilos de manera sigilosa en este año. En privado rompió relaciones con Fabra, pero públicamente evitó un

enfrentamiento. Dejó que los vaivenes judiciales minaran la imagen de Fabra, al tiempo que realizaba una ronda de visitas por pueblos y agrupaciones locales. Fabra amenazó con optar a la presidencia del PP de Castelló en 2012 e, incluso, de repetir en las listas de 2011, pero cedió finalmente el mando a Moliner.

Con el omnipresente Fabra fuera del partido, Moliner se vio con las manos libres para deshacerse de su herencia. Asimismo, el expresidente de la diputación fue condenado en 2013 a cuatro años de cárcel por evasión fiscal y durante el juicio previo ya había sido abandonado a su suerte por la nueva cúpula del PP.

Con el expresidente en prisión, Moliner impulsó un discurso de regeneración política para desmarcarse de su antecesor y minimizar los daños de la causa judicial de Fabra en el partido. Prueba de ello fue cuando en 2014 forzó la destitución de su vicepresidente en la diputación, Francisco Martínez, al conocer a través de Compromís que el proyecto de una nueva depuradora prevista en Borriol incluía terrenos de la familia de Martínez. La justicia aún no había iniciado un procedimiento penal, pero Moliner alegó «pérdida de confianza». También dimitió el exalcalde de Borriol y cercano a Fabra, Adelino Santamaría.

En las elecciones de 2015, Moliner acabó por finiquitar los últimos resquicios del fabrismo militante y apartó de las listas electorales a Esther Pallardó.

En esos comicios, el Partido Popular perdió los principales ayuntamientos de Castelló y el Consell pero salvó la diputación. Sin la Generalitat y con apenas poder municipal, Moliner convirtió la institución provincial en el principal ariete contra las políticas de los ejecutivos progresistas.

En los últimos meses ha protagonizado una intensa pugna con la Conselleria de Sanidad a colación del Hospital Provincial y las irregularidades denunciadas por el departamento de Carmen Montón. Moliner ha defendido el modelo singular del centro, cuya gestión comparten el Gobierno valenciano y la institución provincial.