Marc Fas lo ha conseguido. 62 días y 1.200 kilómetros después se ha convertido en la prueba andante de que no hay propósito imposible y que el primer obstáculo para conseguir una meta «está en nosotros mismos». Él se planteó recorrer a pie la distancia que separaba su localidad natal, la Vall d´Uixó, de Santiago de Compostela, y muchas vicisitudes, obstáculos, inconvenientes y experiencias después, puede pregonar a los cuatro vientos que «lo he conseguido».

A pesar de que tenía una previsión inicial, lo cierto es que Fas reconoce no ser una persona de plantearse muchas expectativas. Su compromiso consigo mismo era el de cambiar el mundo repartiendo abrazos y para ello era indispensable iniciar un camino que no siempre ha sido fácil, aunque como no deja de insistir, los obstáculos más difíciles de franquear son los que se plantea cada uno.

A Marc no le importa reconocer que no todo ha sido como esperaba. Ha habido momentos de sentirse solo, ha habido días complicados «porque cuando llovía me empapaba, salí de casa sin nada y así he completado el camino». Pero cada paso de más que daba era un motivo más para reflexionar, para creer que el siguiente paso le llevaría a cumplir su objetivo, que no era otro que demostrarse a sí mismo y a los demás que era capaz de conseguir lo que todos consideraban una locura.

Con los brazos abiertos a los pies de la catedral de Santiago Marc Fas supo que su experiencia solo es el primer capítulo de un libro que pretende compartir con todo aquel que quiera escucharle. De hecho, ese será el siguiente paso, iniciar la redacción de un libro en el que contará lo vivido durante estos días «con profundidad». Porque su pretensión es dar visibilidad a una manera de entender la vida en la que la búsqueda de la felicidad no es un postureo adaptado a las modas.

Siguió a pesar de una tendinitis

Y lo es a pesar de que en Tarragona amaneció un día con la mala noticia de que no podía caminar como consecuencia de una tendinitis. Se resistió a abandonar hasta tal punto que siguió hasta Barcelona, donde completó «tres etapas muy duras. La clave estuvo en la llegada a Montserrat, allí fue donde me planteé si seguía o me rompía definitivamente».

La respuesta a sus dudas fue darse 10 días de tranquilidad, que acabaron siendo un día y medio. Tras completar por otros medios el trayecto entre Lleida e Irún, se convenció de que su problema se curaba caminando: y acertó. Su superación ha llegado hasta tal punto que tras completar la meta marcada en un principio, se ha quedado con ganas de más y ha continuado su itinerario hasta Fisterra, donde cerrará esta aventura.

Durante todos estos días ha hecho de todo, además de caminar. Ha compartido vivencias con mucha gente, las más llamativas y gratificantes han sido convertirse en mensajero de abrazos. Quienes han podido seguirle también han podido encargarle abrazos para sus amigos o familiares y eso ha llenado de alegría su aventura. Tanto es así que ese será el siguiente capítulo. Cuando vuelva a casa asumirá ese nuevo rol de regalar abrazos por encargo, como el que le llevará a saludar a una familia gallega, de parte de una amiga argentina. Al fin y al cabo, su camino solo acaba de empezar.