El centro de la Resurrección de Segorbe ha querido abrir sus puertas a Levante de Castelló con el fin de mostrar sus instalaciones y, a través de varios de sus educadores, dar su punto de vista de cómo están desde dentro viviendo estos días desde que el Consell decidiese trasladar a los 18 menores que en ese momento estaban residiendo en el centro. Un traslado avalado en un informe de inspección en el que el equipo de la vicepresidenta, Mónica Oltra, se habría basado para afirmar que el centro contaba con numerosas irregularidades e instalaciones peligrosas, se habrían registrado conductas inapropiadas, e indicios de «malos tratos» de los educadores hacia los niños y se les daba comida caducada y duchas de agua fría para calmarse.

Unas acusaciones que los propios educadores continúan sin poder creer afirmando «estar consternados, deprimidos, como si les hubieran quitado a sus propios hijos sin dar ninguna explicación ni conocer las causas reales, porque si de algo nos pueden acusar, es de malcriarlos y tratarlos, de forma muy familiar como de nuestras familias». Tanto es así que, en numerosas ocasiones, los menores pasaban los fines de semana en casas de algunos de los educadores, para convivir con sus propios hijos o jugar con sus nietos.

Tal como explicaba uno de ellos, David Pérez, «el día que se los llevaron fue un trauma para nosotros, pero, sobre todo, para los menores, que espero que cuando sean mayores no lo recuerden». «Nosotros estábamos en shock, la escena fue dantesca, fue como un secuestro. Vinieron, se los llevaron sin dar explicaciones. Fue muy doloroso para nosotros, que no podíamos parar de llorar, pero también para ellos, que nada más hacían que preguntar por qué los trasladaban si aquí estaban muy bien», contaba David quien todavía no da crédito a «todas las mentiras que se están publicando y diciendo sobre el Centro y también sobre nosotros». Y es que, comentaba, «nos están acusando de cosas muy graves, calumnias sin ningún tipo de fundamento, ni base sólida, además de que, por supuesto, no hemos visto el famoso informe». Así las cosas, Pérez destaca que se ha de partir de la base de que los menores son personas con desarraigo y actitud problemática en algunos casos. «Está claro que el menor lo que quiere es estar con sus padres y si le preguntas puede que te diga que algo no le parece bien, pero a nosotros en ningún momento desde la inspección nos preguntaron, y por lo menos, deberían contrastar nuestra versión», matizaba este joven que lleva 5 años en el Centro.

«Nosotros comíamos lo mismo»

Por su parte, otra de las educadoras veteranas, Pepi Rodríguez, desmentía entre lágrimas las acusaciones. «Nosotros comíamos lo mismo que ellos. Hablan de comida caducada y fruta en mal estado, cuando muchísimas veces para que los niños comieran fruta incluso nos la partíamos, porque así ellos ven que tú también comes y juegas con ellos». «En muchas situaciones nos encontramos niños que vienen sin saber coger siquiera una cuchara, poco a poco vamos educándolos para que coman de todo», apuntaba mientras calificaba como «el día más terrible de su vida el que se llevaron a los menores» y lamentaba la reputación que les están poniendo «sin ser nada verdad».

En cuanto a las supuestas duchas de agua fría que recibieron los menores, Pepi indicó que «no fue ni de agua fría, sino templada y la calefacción siempre ha estado encendida en invierno».

Asimismo, los educadores del Centro de la Resurrección reconocieron que, tras la inspección en febrero, se subsanaron las «supuestas irregularidades de las instalaciones, dejando inutilizada la zona de juegos en el bajo aledaña a la caldera». Una zona, añadieron, «que solo se usaba además cuando llovía».