Política y periodismo. En los tiempos que corren hay que tener valor para dedicarse a estas dos actividades. Bucear por las redes sociales es encontrarse con insultos y descalificaciones por el mero hecho de ocupar un escaño o estar en la redacción de un periódico. Quizás lo tenemos merecido todos: la corrupción forma parte de la siglas de numerosas formaciones políticas y encontrar la ética periodística es casi tan complicado como hallar el vellocino de oro. Lo lamentable es que no aprendamos de los errores.

La política -dejaremos el análisis del periodismo para otro capítulo- vive una época de grandes oportunidades: ayuntamientos, parlamentos, todos salpicados de una variedad de siglas que refleja sin duda la heterogénea sociedad española y que ha acabado con el duopolio PP-PSOE. El problema es que aquí vienen algunos montados en elefante dispuestos a arrasar con todo lo que huele a pasado y otros siguen sumergidos en la soberbia y la prepotencia de que su gestión ha sido ejemplar.

Hay temas que trascienden de la política y que deberían tocar el alma. Les Corts fue el miércoles el epicentro de la vergüenza. «Si no consientes, vas a chupar pollas toda la vida». La frase es, presuntamente, de un educador -vaya perversión de su profesión- a una adolescente interna en el centro de menores gestionado en Segorbe por las Hermanas Terciarias Capuchinas. La soltó cual bofetada la vicepresidenta del Consell, Mònica Oltra, dentro de un relato estremecedor sobre la gestión del citado centro, justificando así la reciente decisión de sacar de allí a todos los menores. Y no lo dice ella, lo refleja un informe demoledor de unos inspectores que ya adelantó en parte Levante de Castelló hace dos semanas y que deja en mal lugar a las propias monjas, que optaron por el voto de silencio.

Enmarcado en este relato, Oltra echó pestes contra el PP por haber hecho la vista gorda, y motivos para el cabreo no le faltaban. Ya en 2010 hubo una denuncia contra el mismo trabajador del centro de menores por presuntos maltratos y abusos, pero nadie de la entonces administración autonómica popular se dignó siquiera a investigar el trabajo de un educador social que, casualidades de la vida, ha sido concejal del PP en Segorbe.

¿Han visto ustedes las imágenes del debate de este tema en el parlamento valenciano? Se lo recomiendo porque, ver a toda una presidenta del Partido Popular de la Comunitat Valenciana, Isabel Bonig, haciendo aspavientos y caras de burla como si de una quinceañera se tratara, da pena. Uno tampoco llega a entender sus expresiones de «yo no tengo hijos». ¿Hace falta ser madre o padre para considerar que un menor debe ser especialmente tutelado y cuidar de sus derechos? Por no hablar de María José Català, para quien las palabras de Oltra sobre el centro de Segorbe eran una cortina de humo para tapar las «negligencias» de la actual vicepresidenta respecto a otro presunto caso de agresión sexual en el centro público de Monteolivete el pasado septiembre.

En serio, ¿en política todo vale? Los señores diputados y las señoras diputadas escuchan el contenido de los informes sobre el trato a menores, con presuntos maltratos y abusos sexuales... y a las señoras Bonig y Catalá, ¿solo se les ocurre una repuesta política para desacreditar a Oltra? Si un tema de la gravedad de este es incapaz de unir a los partidos es, sinceramente, para llorar. El PP, que tanto se llena la boca con la regeneración y con la necesidad de diálogo, necesita resetearse y asumir que tiene un pasado, con aciertos, claro, pero con muchos y enormes errores.

Son tiempos nuevos en los que unos, ahora en la oposición, deben aceptar el lugar que les toca ocupar en la actualidad tras años de absolutismo e incorporar en su diccionario la palabra 'humildad. Y otros, en el gobierno, tendrían que ser capaces de trabajar en las instituciones desde la seriedad, sin ánimo de revanchismo y con la meta de hacer de la política una labor clara de servicio ciudadano. Aunque, visto lo visto, quizás sea más fácil irse de viaje con Jasón y encontrar el vellocino de oro.