C omo nos estamos convirtiendo en el Calahorra, el Caudal o el Haro, expertos en play-offs del infrafútbol, es difícil que partidos como el del domingo nos pillen de sorpresa. En los últimos años hemos visto esa película a menudo, en 2005, en 2013, en 2016 incluso: un partido que no rompe, un partido que no escapa de la prioridad de la portería a cero, donde el temor a perder lo poco que se tiene [el anhelo, la esperanza] es mayor que el deseo de conquistar un premio que en ningún caso suele ser definitivo. Con más que perder que ganar, el formato invita a estarse de entrada en casa quietecito. El Castellón planteó un tipo de partido que no responde preguntas pero aplaza respuestas: escapa cinco minutos más del sonido de la alarma del despertador. Y eso le vale, o al menos piensa que le puede valer, que si no es lo mismo es en la práctica seguro parecido.

El Castellón, que ha tomado el elogio a la supervivencia como tramposo modo de vida, estiró la suya al menos durante una semana más. La verdadera novedad estuvo en la grada, donde se registró la peor entrada en play-off, con diferencia, en todos estos años de Tercera. Por acción u omisión la afición albinegra mandó un mensaje claro a quien quiera escucharlo: el problema del Castellón no depende de un ascenso o no ascenso, de un partido ganado o perdido. El problema del Castellón es más profundo que eso.

En la tercera temporada de Fargo están dejando las cosas claras. En uno de los primeros capítulos dicen que hacer lo correcto no siempre es lo mismo que hacer lo que hay que hacer. De cara a las instituciones compramos el debate tramposo de los tecnicismos cuando simplemente se trata de hacer lo que hay que hacer, de tener la voluntad de hacer lo que hay que hacer porque esa voluntad es la que alumbrará por sí sola la fórmula. Se trata, entre otras cuitas, de aceptar que en tiempos de abuso e injusticia la desobediencia es una opción legítima. De buscar entre albinegros los puntos de coincidencia en lugar de subrayar siempre la diferencia, de predicar primero entre nosotros la unión que pedimos al resto, de centrar energías en lo que importa, de suavizar trincheras, abrir la mano y abandonar la placidez discursiva de los buenos y los malos, del ellos y del nosotros.

Pase lo que pase el domingo. Espero que alguien tenga la habilidad y la fuerza.