Gran parte de la militancia socialista, más guiada por la víscera que por la razón, ha resucitado a Pedro Sánchez y a la camarilla de incondicionales que acompañaron al fracasado a predicar en el desierto y encontraron la voz de apoyo de los más desheredados, que han logrado redimirlo como Mesías. Cosas de la política y de los instintos del ser humano. Allá la militancia con lo que quiera hacer del Partido Socialista Obrero Español, ahora más democrático y más dividido que nunca. La cara amable del dos veces perdedor en las urnas y en la mesa de negociación puede ser un mero gesto de impostación, si atendemos a los comentarios revanchistas que circulan estos días en boca de destacados afines. Aquí, en estas tierras valencianas, llegan mensajes envenenados sobre la situación de Ximo Puig, alimentados con la diatriba de que el President tendría que haber sido equidistante en el proceso de primarias, sin manifestar su apoyo a Susana Díaz. Curiosa opinión de ciertos paladines de la democracia interna del PSOE, con el sectarismo a flor de piel.

El militante de a pie ha logrado el milagro del nuevo Lázaro de la política. Pedro Sánchez, recién salido de la tumba y llevado a los altares de Ferraz, rindió homenaje a los más de sesenta mil socialistas con carné que hicieron posible el sueño, con la interpretación de la Internacional, puño en alto, en un guiño al renacer del socialismo puro de izquierdas, sin eufemismos. Parece que el sabio recorrido del PSOE de Felipe González, desde Suresnes hasta hace media hora, ha llegado a su fin. La crisis financiera, achacada injustamente a Rodríguez Zapatero, ha fulminado a la clase media. Ahora Sánchez parece dispuesto a cargarse la socialdemocracia. Enardecidos con el himno común de los partidos socialistas, comunistas y anarquistas de todo el mundo, la simbología del puño en alto nos ha retrotraído a escenarios del pasado más añejo de la Transición, momento en el que semejante escenografía sí tenía un mensaje esperanzador en la tarea de recobrar las libertades, tras cuarenta años de dictadura franquista. Ah, en aquella época, aún se tenía una visión romántica de la Unión Soviética, donde la Internacional era el himno oficial, como referente de la izquierda y paraíso del obrero. Hoy ya sabemos que aquello fue una terrible mentira.

Lejos de minusvalorar la incuestionable victoria interna de Pedro Sánchez, es de suponer que él y su cohorte de incondicionales, una vez pasada la euforia y lógicos desahogos emocionales, tendrán claro que les queda una larga y nada cómoda andadura. De momento, no hay más ciego que el que no quiere ver, sería conveniente que pusieran los pies en el suelo y otearan el horizonte del Partido Socialista, comprobando que el noventa por ciento de comunidades autónomas, ayuntamientos y secretarías generales territoriales están en manos de sus antagonistas, dato nada baladí. Resultará imposible, siempre que se quiera evitar la voladura del partido, que Sánchez y los suyos emprendan cualquier cambio de rumbo sin la aquiescencia de los barones que gobiernan en las instituciones. Vamos, quienes hasta la fecha han demostrado que ganan votos en las urnas de verdad y consiguen mantener viva la llama del socialismo español gestionando dinero público.

Centrándonos en los socialistas valencianos, un amigo, socialista de corazón y simpatizante de Pedro Sánchez, me comenta, con buena intención, que Ximo Puig nada debe de temer al nuevo tiempo que comenzó el pasado 21 de mayo. Yo sonrío y no puedo por menos que apostillar: Puig es presidente de la Generalitat porque supo negociar un pacto de gobierno, algo de lo que Sánchez fue incapaz. Benlloch, al que un sector del sanchismo le ha puesto el foco. Benlloch es notable referente del socialismo castellonense, por derecho propio. Desde luego, ganar por mayoría absoluta la alcaldía de la segunda ciudad de la provincia debería ser un aval para ensalzar el trabajo de quien también es portavoz del PSPV en la diputación. Intentar minar, por revanchismo, a los sólidos activos con los que cuenta el PSOE sería ir de cabeza al abismo.