Ángel Belinchón. Quédense con este nombre y, sobre todo, con su voz. Es una de las gargantas más prodigiosas del panorama musical español, y vive aquí al lado, en la calle Maestro Felip, junto al instituto Porcar de la capital de la Plana, ciudad a la que vino a estudiar Traducción a la UJI desde Las Pedroñeras (Cuenca), allá por el año 1998, y en la que se quedó por amor.

Ángel, inmerso en numerosos proyectos musicales, pero especialmente vinculado, como vocalista, a la formación Dry River, genera buen rollo desde el primer comentario: optimismo e inquietud a partes iguales que parecen parte del ambiente que se respira por su barrio, enmarcado por las avenidas Borriana, Casalduch y Almassora y la calle Pintor Picasso. Desde su ventana se asoma al instituto Juan Bautista Porcar, uno de los motores del distrito, muy relacionado además con la familia de su pareja, Meri, ya que su abuelo fue el director del centro y sus padres, además de tener un pasado político en la capital de la Plana, están vinculados al mundo de la docencia.

«Mi novia siempre ha vivido en este barrio, su familia tiene mucha relación con esta parte de la ciudad y yo no puedo decirte más que se vive genial y que si tuviese que cambiarme de piso, lo haría aquí». Estamos en un distrito que, aunque ha evolucionado con el paso de los años, sigue manteniendo la esencia, con algunas actividades comerciales que han sido capaces de superar el paso el tiempo. Como el quiosco que tiene la pareja debajo de su casa, al que acudía Meri de pequeña para comprar golosinas y al que siguen yendo en la actualidad las nuevas generaciones.

Todo a mano

Ángel asegura que el barrio tiene mucho encanto. Su ubicación, ideal, en la puerta de entrada y salida de la ciudad por el sur, lo que hace que no sea necesario tener que cruzar el centro para irse fuera de Castelló. Eso no impide que todo esté al alcance porque, como resalta nuestro protagonista, «aquí todo está a mano y en 10-15 minutos te plantas en el centro». Además, los problemas de aparcamiento en la vía pública, una tortura en el corazón de la ciudad, no son tan estresantes en este barrio.

Mientras hablamos vamos paseando por la calle Sequiol, donde aparecen locales emblemáticos, como el pub Pumuky o el propio restaurante Sequiol, punto de encuentro de los vecinos. Tras caminar unos metros por la calle Amalio Gimeno, en la parte trasera del instituto Porcar, aparece una pequeña plaza que todos conocen como ´la fuente´, donde cinco grifos de Facsa dan suministro de agua tratada para todo el vecindario.

Miramos al frente y emerge la gran nave que durante décadas era Suministros Valls y ahora se ha convertido en un enorme complejo deportivo con pistas de pádel y gimnasio, al que acude el propio Ángel. «No tendría perdón si, tendiendo casi debajo de casa este recinto deportivo, no acudiese a moverme un poco», se sincera el vocalista de Dry River.

Giramos por la calle que marca nuestro relato, Maestro Felip, que es una sucesión de historias. En el primer tramo sobresale la Escuela de Formación de Adultos Germà Colón, un hervidero de actividad, sobre todo por las tardes, que, junto al instituto Porcar, dan mucha vida a la zona. Avanzamos unos pasos y nos encontramos con una curiosa historias. Ángel nos presenta a Cruz, que regenta el taller de coches Sequiol. Ninguno de los dos se conocía hasta que descubrieron que compartían algo más que la calle: son del mismo pueblo, Las Pedroñeras, localidad conquense de unos 7.000 habitantes. Cruz no duda en hablarnos de la buena gente que vive en el barrio y comparte el mismo optimismo que Ángel.

Barber Rock

A solo unos metros nos asomamos a Barber Rock, una peluquería que te atrapa por su rompedora decoración y por la cordialidad con la que nos recibe Juan, que mientras atiende a una clienta nos deja entrever lo cercano que es con el vecindario. Notamos como mira la coleta de Ángel Belinchón, seguro que con ganas de meterle la tijera, y es sin duda el momento adecuado para ´escapar´ y seguir de paseo.

En la esquina de la calle aparece el bar Mari, que lleva ya más de medio siglo en la zona. Es la cafetería habitual donde echar el café, jugar una partida de cartas o, simplemente, conversar. Además, el local hace las veces de panadería y de venta de aquellos productos básicos que no pueden faltar en la casa, como huevos, pan, leche o agua. Se nota el cariño que le tienen a Ángel y, sobre todo, a su novia y sus futuros suegros porque, por si no lo sabían, Ángel y Meri se casarán el próximo otoño. «Igual es que nos toca ya tras 17 años juntos», comenta con humor.

Otro restaurante singular, en la calle Pintor Picasso, es el Luysi, al que suele ir con asiduidad. «Es el lugar ideal para celebrar una cena de amigos o con la familia; el trato es espectacular y es una garantía para ti de quedar bien si ejerces de anfitrión». Su dueño Alberto, tiene una intensa actividad en las redes sociales y no duda en aportar un toque de humor. «Te puedes encontrar con monedas pegadas al suelo para que piques o serpientes en el baño», advierte entre risas Ángel.

Aunque está ya en la calle Herrero, Belinchón no quiere dejar pasar la ocasión de hablar del restaurante Los Hidalgos, «un lugar en el que te llaman por tu nombre, aunque pases tiempo sin poder ir. Es fantástico». Y, por supuesto, está también la gaiata 15 «Sequiol», «que genera un gran ambiente y que da mucha vida» a un barrio heterogéneo, con gente mayor pero con familias jóvenes con hijos que, a menos, parecen garantizar el futuro de la zona.