En una realidad paralela, el árbitro hubiera pitado el final antes de que la Peña Sport colgara, cumplido el 95, la última falta al área. En una realidad paralela, el portero Zagalá sería el héroe postrero, decisivo en una mano voladora y plástica en la penúltima oportunidad. En una realidad parelela, Pruden hubiese mostrado un mínimo de interés en defender la acción que abrió la ventana a la victoria local, el penalti que transformó Toni para firmar el 1-0 en el minuto 84. En una realidad paralela, el Castellón hubiera coronado con un golito sus buenos minutos de la segunda mitad, y los tantos en contra solo serían anécdotas que contar durante el festejo etílico y nocturno. En una realidad paralela, claro, Antonio hubiera marcado el penalti en Gavà y el Castellón no hubiera jugado en Tafalla, ayer, donde sufrió la enésima estocada. Quizá la más enrevesada.

En la grada de sol del estadio San Francisco, al final del 2-0 que eliminó al Castellón en un retorcido ejercicio de crueldad, no se veía llorar. En la grada de sol de estadio San Francisco, tras el 2-0 y el pitido final, se escuchaba llorar. Lloraban los jugadores y sobre todo lloraban los aficionados con una crudeza demoledora. Al capitán Jordi Marenyà se le acercó un hincha con palabras de consuelo, algo así como un trébol de cuatro hojas que emerge en un campo arrasado por la barbarie. «Jordi, l'any que ve estarem ací, tu i jo i tots», le dijo.

A veces uno se pregunta cuánto más va a poner a prueba el fútbol al Castellón, cansado de victorias morales, aburrido de medallas intangibles que le obligan a ser algo que no es, un épico perdedor, un desgraciado socio del drama, recompensas vacías que le obligan a sobrevivir, estirando hasta el hastío la pose en escenitas. Tanto ha sufrido por sobrevivir, que ha olvidado ganar.

Tafalla tuvo pinta de secuela. El sol es cegador, el calor es inhumano y no existe el margen de error. Las aficiones despiertan y los futbolistas combaten contra la asfixia para optar al premio mayor. La ilusión y el drama coquetean en una sucesión de lecciones de geografía y dolor. La sensación térmica la compraron en el infierno. La vida agita la coctelera y te sirve un play-off: suele ser para mayores de edad y, ganes o pierdas, suele conllevar una larga y veraniega resaca. Mientras dura, en cambio, es fácil dejarse llevar por la euforia, la que envolvió la celebración del local Diego, un retaco habilidoso, que pescó en la charca de los rebotes el balón de la gloria en el minuto 96.

Correr. Dentro de un tiempo pensaremos en la primera parte en Tafalla y dos palabras nos visitarán: calor y correr. A los de la grada, sobre todo el calor. A los del campo, calor y correr. El Castellón corrió mucho y con mucha disciplina. Cedió la pelota a la Peña Sport, y aunque Zagalá apenas hubo de intervenir, se metió por momentos demasiado en su área. El extremo Toni halló un filón en la diestra, donde Jesús echó de menos alguna ayuda de Zarzo, remolón. El ancla de Gilés y la turbina de Maeztu exigieron lo mejor de Enrique y Guinot, aplicadísimos en la marca. La zaga sostuvo los arreones de la Peña Sport, repeliendo centros y disparos. Por contra, el Castellón apenas pisó el área de Iñigo, el meta local.

Al Castellón le costó robar y cuando lo hizo dominó la pelota casi siempre en campo propio. No encontró salidas claras. A Chema cada esfuerzo se le hizo larguísimo; y todo lo que hicieron Zarzo y Marenyà, la novedad en el enganche, lo hicieron lejos de la zona de peligro. Esaú, en desventaja, ni hizo cosquillas.

Mal que bien, con el cuentakilómetros al límite, el sudoroso Castellón mantuvo el empate sin goles al descanso. Ahí Calleja sentó a Chema y le dio bola a Ivars. Acertó: Marenyà partió desde la izquierda para taponar la sangría y, a la vez, generar superioridad por dentro. El Castellón se adueñó de la pelota y del partido. Acumuló córners y faltas laterales, pero en el play-off conviene dejar huella en el marcador. No lo hizo y lo pagó: Esaú remató alto, forzado, un centro de Ivars, en la mejor ocasión.

Era el minuto 74 y ya la Peña Sport comenzaba a igualar fuerzas. Entró Diego y a su alrededor el equipo local creció con el balón, máxime tras la sustitución de Marenyà en el tramo final, y el bajón físico de varios futbolistas albinegros, cortos de cambios por la lesión de Enrique. Volvió a percutir por la diestra el conjunto navarro, asido a un excepcional Toni. En el 76 sirvió para Samuel, cuyo disparo lo repelió el poste tras desviarlo Zagalá. En el 82, tras una prolongación, Toni remató al travesaño. Y en el 84, otra vez él, hizo el 1-0 tras un penalti por mano de Jesús: ni Forner, desfondado, llegó a tiempo para defender el pasillo ni Pruden, el hombre de refresco, persiguió al suyo.

En la última

El 1-0 espoleó a la Peña Sport. En el 95, Zagalá sacó una mano que parecía definitiva, pero al límite del tiempo, Esaú concedió un libre indirecto. Al balón colgado le siguió una sucesión de rebotes: entonces Diego ahogó al Castellón como hace más daño.