David Cruz, expresidente del Castellón, tenía dos opciones: comportarse como un caballero o como lo que es. Optó por la segunda. Pese a su nefasta dirección el club aún tiene salvación. Es hecho casi insólito que al frente del equipo que pretende mantener con vida la entidad estén dos futbolistas. El gesto de Pablo y Dealbert ha estado por encima de los muchos castellonenses que presumen de albinegrismo y, a la hora de la verdad, no dan un paso al frente. El domingo hubo lágrimas de los pocos seguidores que estuvieron junto al equipo en Tafalla. No hubo tantos entusiasmos en el encuentro de ida en Castalia. Destacar que hubo 3.500 espectadores es poner una parte importante de la verdad de la decadencia de la entidad.

Hace unos años, en Benicàssim, los miembros de Rotarios tuvieron la amabilidad de invitarme a su cena veraniega, cosa que generosamente han hecho varias veces, y en el coloquio final les pregunté por el fututo del Deportivo. Sus respuestas sólo apuntaron pesimismo. El futuro era más incierto y oscuro que el reinado de Witiza. Así se confirmó con el tiempo.

Desde la muerte de Domingo Tárrega, el último presidente que llevó al club a Primera, no ha habido más que desaciertos, conflictos entre los administradores, la incertidumbre sobre la propiedad de la entidad, la acumulación de deudas, las pérdidas de categoría futbolistica. Pero parte de lo ocurrido ha tenido que ver con la desfección de socios y seguidores. Al tiempo que en Villarreal ha habido una gestión ejemplar, con el constante crecimiento del espectáculo futbolístico, en Castalia ha crecido la indiferencia.

Sería injusto culpar al crecimiento del Villarreal la pérdida de influencia deportiva y social del Deportivo. Siempre recuerdo aquella tarde en que en compañía de mi mujer y una hija fui a Burgos para presenciar el ascenso. Fue tal vez la única ocasión en que he sido forofo. (El Villarreal aún no aspiraba a tales hazañas). Los tres llevábamos vestimenta blanquinegra y hasta un paraguas con las rayas del equipo. Ya en Burgos noté que en Castellón no había los entusiasmos que se ven en otras ciudades en ocasión tan importante. Éramos cuatro gatos.

El Castellón glorioso Pérez, Baiges, Melenchón; Santacatalina, Guillén, Santolaria; Arnau, Hernández (Valensianet) Basilio Safont y Pizá es cosa de melancólicos. Y de los que aún conocieron el Sequiol. Desgraciadamente también es pura melancolía recordar aquellos que jugaron la final de Copa en el Calderón contra el Athletic de Bilbao. Parece que también está en recuerdos muy añejos el equipo en el que Planelles aún daba lecciones buen fútbol.

En Castalia no se ha vivido futuro desde que los castellonenses perdieron el mando. La gran desgracia de la sociedad ha estado en la llegada de individuos que pretendieron hacer negocio y, encima, fallaron sus previsiones porque malbarataron cuanto tocaron.

Posdata. Los nuevos gestores podrán hacer bien poco si Castellón no les apoya. El Deportivo será lo que los castellonenses deseen. Hasta ahora, han deseado poco.