L levaba un tiempo sin escribir en esta esquina y lo podría achacar a las vacaciones, pero lo cierto es que no me había repuesto aún de lo de Tafalla. No del gol de la Peña Sport en el minuto 96, cabe matizar, sino de un calvo con coleta que vimos luego en un pub por la noche. Al Castellón le he visto perder muchas veces y de maneras todavía más crueles, pero para un calvo con coleta uno nunca está preparado del todo.

Todavía nos duraba la resaca cuando aparecieron Ángel y Pablo. Ángel y Pablo no son dos cualquiera, porque futbolistas de aquí hay muchos, pero como ellos pocos. No es que sean Mora o Montañés, por ejemplo, yo qué sé, si hasta Cruz fue futbolista del Castellón, eso no significa nada. Son Ángel y Pablo: Ángel, el canterano más querido de la última etapa del club en el fútbol profesional; y Pablo, el último gran talento que pasó por el Bovalar, internacional y auténtica élite, que nunca dejó antes y después de colorear de guiños albinegros su trayectoria.

Ángel y Pablo eran desde el minuto cero dos cartas ganadoras de cara a la gente, y lo van a seguir siendo a la hora de legitimar el proyecto y generar los estados de opinión que se necesitan. Ángel y Pablo eran las mejores cartas de los aspirantes y son ahora las mejores cartas de los dirigentes.

De entrada son el principal reclamo para captar un puñado de miles de socios, para declarar un novedoso estado de optimismo, y a partir de ahí no será igual nada. Cuando Bruixola y compañía se sienten con las grandes y hasta ahora reticentes empresas de la zona no lo harán ni a título personal, no, ni siquiera como gestores del club, sino avalados por la fuerza de todos esos albinegros. Hay quien lo llama chantaje pero yo prefiero llamarlo jugada.

Se puede intuir que esas empresas no querrán quedar como las enterradoras del Castellón, porque visto algún precedente nada les importa más que la imagen mientras el negocio siga funcionando. Habrá que verlo, en unos meses, aún es pronto: de momento la ola que se ve venir ha endulzado el discurso de la alcaldesa, que ya no habla en público ni de la propiedad ni de los famosos cuatro millones de euros, sino de seriedad, dedicación y responsabilidad, y otros términos vacíos de significado.

Aunque el partido no ha acabado, el gol de Compromís, que debía evitar un escenario con Marco capitalizando el éxito del adiós de Cruz, es de golpe franco. Aun actuando, en la paradoja práctica, al estilo del PP de los noventa. Para darle la vuelta, Marco necesita una pericia política, comunicativa y judicial que no ha mostrado hasta ahora. Una de precisión cirujana.

Al cobijo del ariete de Ángel y Pablo, los nuevos han entrado al club con unas condiciones que no hubiésemos tolerado a ningún otro. Con Cruz al fondo y con Cano Coloma en el consejo, los chinos o los yankees serían testaferros de lomo. Probablemente el panorama no les dejaba otra opción que tirarse con la escopeta al monte, que dar ese paso valiente, que además alguna vez lo reclamamos. El reto que encaran es gigantesco, porque hace falta mucho dinero y hace falta en poco tiempo. Además no es solo eso: ya sabemos que salir de Tercera no es fácil, y menos con el grupo que se dibuja en el horizonte.

Por si fuera poco en cualquier momento puede llegar una administración judicial que cambie un ecosistema ya de por sí de lo más caníbal, con García Osuna siempre en la sombra. En el Castellón de repente somos moderadamente felices aún sabiendo que peligra todo, hasta su nuevo relato: había encontrado el refugio de lo identitario y del arraigo, el de ser el club de los jugadores de Castelló, y para eso justo asoma ahora el Roda, de paso.