odo y haber dicho que con la llegada de los dos futbolistas nuevos, más la propiedad de los derechos federativos del portero Fernández, habían acabado los fichajes, el Villarreal no para de reforzar la plantilla, no con nuevas altas, cierto, pero sí ampliando los contratos de sus futbolistas, quiere decirse blindándoles, para asegurarse una platilla en la que confiar para el futuro inmediato y mediato. La renovación de Bakambu y la de Rodrigo garantizan profesionales de confianza en puestos muy exigentes y si alguien quiere peces se tendrá que mojar el culo a modo. Si bien el mercado europeo y mundial parecen haberse vuelto locos con la llegada al fútbol del dinero procedente de los fondos de inversión y parecidos, pagar catorce millones de euros cada uno de los dos jóvenes promesas, un portugués más un turco, canta mucho, pero el mercado es el que es y no hay más cera que la que arde. Quiere decirse que ahí aparece la posibilidad de riesgo, pero es el mercado inglés quien marca la pauta. Para una idea más clara, ahí queda el rocambolesco fichaje de Vitolo por parte del Atlético de Madrid, al que además de tener que abonar la cláusula al Sevilla, pagará cinco millones al año al futbolista, durante media década, más los impuestos, que corren de cargo del clube comprador. Si deseamos ver fútbol de primera división, a lo que añadir una competición europea al año, se deberá estar a las duras y a las maduras. Catorce millones de euros no se pagan al más importante investigador del mundo mundial, premio Nobel incluido, pero llegada al mundo la primacía del capitalismo feroz y rampante, una vez más y perdón por la insistencia, quien quiera peces tendrá que mojarse el culo. El Villarreal, hasta ahora, vende más caro que compra, y en algo se ha de notar la vertiente empresarial del presidente y el consejero Delegado. Me pregunto, y la curiosidad es malsana, a cuánto podría ascender el fichaje de Roig Alfonso y Roig Negueroles, más el añadido de Llaneza, por el Manchester City, pongamos por caso. Y ese, reconozcámoslo, es el mayor activo del Villarreal, se mire como se mire. Villarreal está en el mapa, en buena parte, aunque no solo, seamos justos, gracias a su equipo de fútbol y desde ahora gracias también al nuevo nombre, Estadio de la Cerámica. Marketing en estado puro y son las reglas del juego.

La apuesta, pues, resulta formidable. Tan es así, que todos los esfuerzos puestos a contribución de la idea motriz, siendo enorme, lleva implícito el riesgo. La nueva remodelación del estadio, con su traje de gala, digo de su imagen colorista sobre un proyecto arquitectónico inimaginable hace tan solo dos décadas - «Que veinte años no es nada?» - dado que se partía de una volumetría escasa. Por tantas cosas, juntas y resueltas desde una imaginación poco común, la temporada que se avecina tiene que dar respuesta suficiente además de brillante y es el compromiso del equipo.

La aportación del Villarreal CF al conocimiento de la ciudad es definitivo, pero no solo. Los medios de comunicación españoles y del mundo, asocian al clube repetidamente y habría que entenderlo como un honor, a la provincia de Castelló, a la que los periodistas asocian al equipo amarillo con ocasión y sin ella y debería contar en justicia con la admiración de todos los castellonenses, aficionados al fútbol, o no.

El Villarreal, ahora mismo, debería estar por encima de rivalidades naturales y pasionales, justas y necesarias, dada su condición de fenómeno social indiscutible, porque así son las cosas. Falta la guinda del pastel, digo de la consecución de un título europeo, posible, aunque solo regularmente probable, para coronar una trayectoria ciertamente impensable hace «solo» veinte años.