Á ngel María Villar Illona está en la cárcel tras haber tenido secuestrada a la Federación Española de Fútbol durante treinta años. Al margen de los muchos delitos de los que es acusado y de haber chantajeado a gobiernos de PSOE y PP, es culpable directo de que su Federación no haya aceptado al Levante Club de Fútbol como Campeón de España al ganar la Copa de la República, la de la España Libre, en 1937 al derrotar en la final de Sarriá por 1-0 al Valencia FC hecho que si reconocieron la Cortes. Pero si esto puede considerarse un simple detalle sin trascendencia tiene que ver con la política de clientelismo que ha practicado durante tantos años y que le ha permitido ganar votaciones de todo tipo. Este escrutinio lo ganó en contra del justo reconocimiento de la historia, con el apoyo de varios valencianos que estuvieron a su lado entonces y todavía hoy, algunos, continúan en su órbita, en la asamblea y en el grupo de beneficiados.

Villar ha sido encarcelado y pese a los varios turiferarios que le dicen «Ángel se fuerte», la sentencia popular tengo para mí que ya ha sido dictada. El personal civil se ha indignado al conocer los cambalaches protagonizados por Villar su hijo Gorka y el vicepresidente Juan Padrón. No es exagerado afirmar que la realidad ha superado a la imaginación.

Villar se ha mantenido en el cargo pese a las sospechas de manipulación y sus manejos en la composición de las asambleas para tener la mayoría asegurada. Durante años amenazó a los gobiernos de la nación con denuncias ante los estamentos internacionales que aceptan como buena lo que consideran injerencia política. FIFA y UEFA han coaccionado a quienes han intentado poner las federaciones en orden. Es decir a aplicarles las leyes del país y los reglamentos propios de una organización legal. Villar se ciscó en el Consejo Superior de Deportes varias veces. Jaime Lisavetzky (PSOE) tuvo que aceptar que celebrara las elecciones cuando le venía en gana porque obligarle a cumplir la regla general era «injerencia política» y ello tenía como consecuencia inmediata la expulsión de la competición continental de la selección española. El secretario de Estado y el Gobierno aceptaron el chantaje y la selección de la mano de Luis Aragonés ganó la Eurocopa. Miembros de los organismos internacionales acabaron en la cárcel por las investigaciones del FBI. Villar tuvo que declarar sobre asuntos tan vidriosos como las adjudicaciones de Campeonatos del Mundo a Rusia y Qatar.

A Miguel Cardenal le hizo amenazas similares. No obstante, éste presentó hace dos años la denuncia que ha llevado a la intervención de las fiscales Anticorrupción, Inmaculada Violan y Esther González, a pedir al juez Santiago Pedraz la prisión incondicional que éste concedió la pasada semana.

Villar mantuvo la política de tapar bocas con concesiones de partidos amistosos en ciudades en las que no hay fútbol de elite y en la organización de puestos directivos incluidos aquellos que dejaron las presidencias de los clubes caso de Joan Gaspart, Pedro Cortés y Manuel Llorente. Uno de los últimos captados fue Quico Catalán a pesar del desprecio sufrido por su club con respecto a la Copa.

Villar estuvo obsesionado porque se considerara Copa de España el torneo organizado por el Madrid, en 1902, con motivo de las proclamación de Rey de Alfonso XIII. En realidad el campeón fue un equipo llamado Vizcaya formado por jugadores vizcainos, pero no todos del Athletic Club. En este y otros aspectos se puso terco. A don Pedro Escartín en una conversación en la que no aceptaba la mínima discrepancia le dijo: «Tenga en cuenta don Pedro que soy muy vasco». El viejo exseleccionador, arbitro internacional y periodista, le respondió: «Pero es usted de los vascos de Unamuno o de los que levantan piedras».

El encarcelado presidente ha pretendido durante mucho tiempo otorgarse laudos y siempre el beneficio de la duda con los éxitos futbolistas. Ciertamente, durante su mandato se han ganado dos Eurocopas y un Mundial, amén de los triunfos de las selecciones inferiores. Contaba con los votos de las asambleas y se escudaba en los goles para presumir de sabia administración. La llamada Ciudad del Fútbol fue construida en terreno municipal de Las Rozas con la anuencia de un alcalde. Los tribunales sentenciaron que la operación había sido ilegal y se acabó concluyendo que la obra permanece circunstancialmente bajo el dominio federativo.

Los cargos de que ha sido acusado forman un conjunto de delitos cuya consecuencia ha sido la prisión incondicional. La Guardia Civil, al tiempo, ha hecho inspecciones en federaciones autonómicas, entre ellas, y principalmente, la de València. No acabarán ahí los informes policiales.

Administración desleal, apropiación indebida, estafa, falsedad documental y corrupción entre particulares, son acusaciones que han sorprendido a a la gente aunque no sea aficionada el fútbol. A Villar se le han adjudicado manipulaciones en la organización arbitral y no se ha perseguido adecuadamente a quienes mostraron sospechas de manejos ilegales de resultados Aún hay pendientes en los juzgados denuncias sobre amaño de partidos. La Federación nunca entró a fondo en estas cuestiones y aunque el Codigo Penal recoge ya cuestiones fraudulentas del deporte Villar siempre ha mirado hacia otro lado.

Todo comenzó por las subvenciones al club canario Marino y al Recreativo de Huelva. Estos, sin embargo, es pecata minuta comparable con lo que las investigaciones han sacado a la luz. Con el Gobierno de Felipe González se dictó un decreto Ley sobre las presidencias federativas. Aquello se denominó el «decreto antiPorta». Se estableció que los mandatos se redujeran a dos legislaturas consecutivas. La trampa estuvo en que tras un periodo de cuatro fuera del cargo se podía volver al mismo y así sucedió en algún caso. El actual Gobierno prefirió no recurrir a decisión tan drástica para que Villar saliera de la Federación. Las fiscales Anticorrupción, con la documentación aportada por la Guardia Civil han tenido bastante. No ha habido necesidad del decreto «antiVillar». Él solo se ha condenado ante la opinión pública. Los jueces tendrán la última palabra.