La ola del desarrollismo de la dictadura eliminó parte del patrimonio histórico de las ciudades españolas. Los arquitectos pretenden salvar los inmuebles emblemáticos del denominado movimiento moderno, que abarcan aquellos construidos a partir de 1925. Desde hace seis años distinguen edificios singulares de esta época y el colegio territorial de arquitectos de Castelló redobla ahora su presión para que los ayuntamientos protejan estos bienes con las figuras legales urbanísticas existentes.

A través de la Fundación Docomomo Ibérica (Documentación y Conservación de la Arquitectura y el Urbanismo del Movimiento Moderno) los arquitectos han realizado un registro de edificios de España y Portugal. En la provincia de Castelló se han contabilizado trece. La capital de la Plana dispone de siete: la antigua caja de ahorros, el club de golf Costa Azahar, el seminario Mater Dei, el grupo las Torres, un edificio de oficinas de Miguel Prades de la calle Enmedio, el grupo Rafalafena y la Conselleria de Obras Públicas de la avenida del Mar. Luego, Benicàssim tiene registrados tres: villa de Rafael Gil Álvarez, villa de Juan Fabregat y apartamentos la Panderola. Por último, Borriana, Benicarló y Vila-real cuentan con un inmueble cada una; en la primera localidad está el edificio Félix, en la segunda la fábrica de Muebles Palau, y en la tercera la casa Arrufat.

El colegio de arquitectos de la Comunitat Valenciana y la academia de Bellas Artes San Carlos de València prevén llevar a cabo una nueva catalogación. El colectivo de Castelló considera que la lista inicial de 13 viviendas ha de ampliarse con una decena más. Estas últimas se sitúan, apunta, especialmente en Benicàssim.

El presidente del colegio de arquitectos de Castelló, Ángel Pitarch, destacó que el objetivo es evitar que posibles rehabilitaciones dañen la estructura original. «Se ha visto que muy pocos edificios dispongan de protección; queremos que los ayuntamientos conozcan su importancia y los valoren», sostuvo por su parte, Jaume Prior, exdirigente de la entidad colegial.

La arquitectura moderna apostó por la funcionalidad frente al historicismo anterior, subrayan los expertos. Empezó tras la primera guerra mundial, aunque en el caso de Castelló se desarrolló en los años 50 y 60 del siglo pasado. El inmueble más antiguo de esta etapa es la villa benicense de Juan Fabregat, de 1950. Además, añadió Prior, esta arquitectura quería aportar «una nueva imagen de modernidad». «La gente la veía como un signo de distinción», asevera.

Los colegios de arquitectos de Castelló, València y Alicante colocan desde 2012 placas distintivas en viviendas del registro del movimiento modernista para realzarlas. El primer galardón se entregó a la casa Arrufat de Vila-real, del arquitecto Luis Gay Ramos. Posteriormente se ha concedido de manera sucesiva al seminario Mater Dei, la finca de Miguel Prades de la calle Enmedio, la Conselleria de Obras Públicas, el grupo las Torres y la villa de Fabregat de Benicàssim.