Se dice que se sabe quiénes somos o cómo somos en función de cómo actuamos y de nuestras aficiones. Si esa afirmación es cierta, se puede decir sin ninguna duda que hay personas que, casi seguro, no podríamos definir. Ese el caso de Manuel Costa Seglar quien con 74 años lleva toda una vida dedicándose con pasión a una peculiar y, a la vez, preciosa afición.

Manuel descubrió siendo muy joven, en su Vila-real natal a una pequeña -o no tan pequeña- especie de insecto que maravilla allá por donde pasa. Este animal no es otro que la mariposa. Así, este cazador de mariposas recorrió el globo coleccionándolas y catalogándolas. Ahora, tras haberse jubilado, ha llevado a cabo uno de los mayores actos de filantropía que podría haber hecho. Ha donado la exuberante colección que con tanto cariño ha reunido durante su vida.

El Museo de Ciencias Naturales del Carmen de Onda ha sido el destinatario de nada menos que 2.000 mariposas diferentes, catalogadas y, en su mayoría, enmarcadas. Costa cuenta que ha llegado a un punto en su vida, en el que estando ya jubilado, que solo había dos posibles caminos para su colección, ya que esta «ya no tenía continuidad». Por un lado, afirma que podría haber vendido sus ejemplares. Por el otro, tenía la posibilidad de donarla y conseguir que otros disfrutasen viéndola y estudiándola igual que él lo hizo recogiéndola.

Y así fue, tras ir de visita al Museo de Onda se dio cuenta de que no había lugar mejor para sus recuerdos y hallazgos que entre los muros del centro de exposiciones ondense. «Vine un día al museo y lo vi tan cambiado y distinto a como lo recordaba que me encantó y pensé que valía la pena ofrecerlas para que se quedasen aquí a fin de que la gente pueda verlas y estudiarlas» afirma emocionado.

Ahora, la colección de mariposas del Museo de Ciencias Naturales de Onda ha duplicado el número de ejemplares que contenía. Y es que Manuel había guardado durante su vida más de 2.000 ejemplares de mariposas que, ahora, han pasado a formar parte de la colección permanente del museo.

Según explicó Manuel, en su colección hay mariposas tanto nacionales como internacionales. Así, a nivel nacional hay 146 especies, divididas a su vez en 8 familias, de mariposas diurnas y 720 especies, divididas en 24 familias de mariposas nocturnas. Por su parte, a nivel internacional hay 245 especies y 12 familias de mariposas diurnas y cerca de 100 especies de mariposas nocturnas. De estas últimas no puede precisar el número, ya que se trata de la parte de la colección que no ha sido catalogada todavía y que, espera, sea el museo quien se encargue de hacerlo.

No hay dos iguales

Así, la donación consta de unas 50 cajas de mariposas españolas y unas 25 extranjeras. Entre todas, el coleccionista ha dado catalogadas y guardadas cerca de 1.000 mariposas. Además, Costa señala que la cantidad de mariposas que hay en cada caja varía mucho en función de su tamaño, ya que hay cajas en las que solo hay dos mariposas pero de gran tamaño y otras en las que se encuentran unos 60 especímenes de menor tamaños, pero «igual de bonitas».

Este intrépido cazador de mariposas, ingeniero técnico agrícola en la empresa Bayer de profesión hasta el día de su jubilación, relata que fue el «hecho de interesarme por las plagas lo que me llevó a fijarme en las mariposas nocturnas», y así fue «cuando comencé a cazarlas y coleccionarlas». Además, su afición traspasó las fronteras nacionales cuando «en el año 87 me trasladaron a Brasil y allí seguí con mi afición». De esta forma, esta magnífica colección cuenta con ejemplares de casi todos los rincones del globo, de este a oeste y de norte a sur. Y es que, con esta donación, los visitantes del museo de Onda pueden conocer ejemplares de mariposas de países como Venezuela, Costa Rica, México, Colombia o Indonesia. Incluso pueden disfrutar de un pedacito del Amazonas observando las mariposas que de allí proceden.

Además, aunque Costa señala que fue él mismo quien dio caza a la gran mayoría de los ejemplares, también los hay que han sido intercambiados con otros coleccionistas, «como si fueran cromos». Y es que la suya es una colección de las que se encuentran pocas.

Del mismo modo que no dudó en donar su colección al museo, hay algo que Manuel Costa tiene muy claro: aquello que se necesita para lograr una colección como la suya es mucha paciencia. Una virtud a la que hay que sumar la quietud, la tranquilidad, el aguante, la perseverancia y, como no, la suerte. No se debe olvidar que se está hablando de conseguir cazar a un insecto alado que se desplaza con facilidad.

Asimismo, resalta que también es necesario saber qué tipo de mariposa se está buscando y, en función de ello, adaptarse a la zona en la que habita con normalidad y a la época del año en la que suele morar por la zona. Una vez se tiene eso claro, hay que saber distinguir de si se trata de mariposas nocturnas o diurnas y proceder en consecuencia. En el caso de las mariposas diurnas, se cazan con el tradicional caza mariposas. Sin embargo, el proceso para atrapar a una mariposa nocturna es mucho más elaborado. Para ello se necesitan trampas luminosas que se elaboran con luz de vapor de mercurio, una sábana blanca y un bote de cianuro.

Las dos técnicas han sido muy empleadas por Manuel Costa, quien está particularmente orgulloso de uno de sus hallazgos. Así, la Graellsia Isabellae, más comúnmente conocida como mariposa isabelina, es la afortunada. Se trata pues de una mariposa endémica de España y que suele rondar las zonas de pino silvestre.

Finalmente, la colección que ahora posee el Museo de Ciencias Naturales del Carmen también cuenta con otras especies que se incluyen en el libro rojo de los lepidópteros, lo que significa que algunas están en peligro de extinción.