N o veía al Castellón en un partido de verdad desde la tarde infernal de Tafalla, de la que salí pensando aquello que cuentan del sufrido público de Curro Romero: «el año que viene va a venir a verte tu puta madre, y yo también». La dicha de este verano es haber mutado, al menos en la superficie, el motivo de la militancia. Ser del Castellón era una condena que amargaba la existencia y que había que llevar de la manera más digna posible. Ser del Castellón hoy, y no había más que ver Castalia el domingo, es en cambio una exaltación de la pura vida. Ser del Castellón debería incluirse poco a poco en la lista de cosas que nos hacen moderadamente felices.

Imperfecta como la vida, además, fue la puesta en escena del equipo albinegro. Lógico, si se entiende que se trataba de la segunda jornada. Parecería natural, si hay que asumir la línea de tres, que el rápido cerrara de libre - Enrique-, porque además el don de la salida quedaría en los flancos - Dealbert y Arturo-, y se potenciarían las virtudes y se camuflarían las limitaciones de unos y otros. Pero oye, tampoco me voy a poner a hablar de fútbol, no estoy tan loco, a estas alturas.

Por encima de esos desajustes que tienen remedio, me quedo con el formidable entusiasmo que exhibió el Club Deportivo. Ganar siempre es bueno, y más empezar de esta manera, con goles del nueve y con cierto sufrimiento, para que aquellos que recién descubren Tercera vean que no va a ser fácil, que habrá que pelearlo mucho venga quien venga, se pague lo que se pague, se tengan los socios que se tengan. El trabajo del entrenador pasa por construir un andamiaje que sostenga al equipo cuando el paso de las semanas diluya esta excitación inicial. Lo escribí en la crónica y lo repito aquí porque mira, no ando sobrado de recursos: llevamos unos meses al sprint y el ascenso es una carrera de fondo.

?Es complicado teorizar sobre el Castellón porque a menudo no partimos de hechos objetivos, sino de emociones que se confunden en creencias o deseos. En nuestro cerebro casi siempre pesa más lo que queremos que ocurra que lo que en realidad está pasando. A esto en las tertulias últimamente se le llama posverdad, y antes no sé muy bien cómo se le llamaba: enamoramiento, quizá, o edad del pavo.

En el fondo sabemos que todo está por hacer y es difícil que lo hagamos nosotros, pero nos gusta pensar que lo duro está hecho y que formamos parte de algo. Es difícil no coger el coche el domingo, bajar a Paterna y dejarse llevar, y pensar cómo molamos, que además allí tienen uno de los mejores bares de la categoría en horario de almuerzo. Es difícil y sospecho que es inútil resistirse, aunque esto sea fútbol y no deberíamos olvidarlo: somos los que están dentro de la sartén, no los que la tienen por el mango.