Hasta cerca de dos mil quinientos escolares menos que el año pasado se han incorporado este año en la provincia de Castelló, lo que puede entenderse como una anécdota o una preocupación social y política, sobre todo política. Con sueldos inferiores a los mil euros mensuales - estamos hablando de gentes en edad de merecer - a los que hay que restar lo impuestos a la hacienda pública, pasar por el altar o por el ayuntamiento para contraer matrimonio resulta de lo más atrevido y no está el horno para bollos, de modo que la pareja como tal se busca la vida: uno y otra siguen consumiendo el pan y la sal en la casa pairal de cada uno y se encuentran cuando se lo pide el cuerpo.

Y bien, las consecuencias son la bajada de nacimientos. Con menos de mil euros al mes no pueden hacerse milagros y alcanzar para pagar el alquiler de la vivienda más la luz, el gas y el agua y una tercera o cuarta boca que alimentar, la aventura está condenada al fracaso, de modo que aplicado el sentido común las parejas lo son de coincidencia relativa, porque de lo contario la disolución del matrimonio está a la vuelta del mes que viene. Pasados los primeros días de luna de miel, aparecen los de hiel, y las mejores intenciones se van al carajo. Casi dos mil escolares menos en la provincia de Castelló, no es más que la punta del iceberg y multipliquen, sino dos mil quinientos por cincuenta y dos provincias y entenderán la magnitud del problema: ciento treinta mil escolares menos en un solo ejercicio, debería tenerse en cuenta por el Gobierno de la nación, pero hay más.

Porque resulta ser que entre los escolares que este año inician la enseñanza primaria hay cientos de miles procedentes de las familias emigrantes, muy difícilmente integradas en la sociedad a la que se han sumado procedentes de otros países de cultura diferente, lo que es otra cuestión a considerar. Por cuestiones culturales, de formación y costumbres, la integración de los diferentes se observa complicada, y con la consecuencia de la formación de guetos, átenme esa mosca por el rabo. En cualquier ciudad y no hay sino abrir los ojos para verlo, los jardines y similares acogen grupos de hombres por un lado y mujeres por otro que charlan animadamente siempre con individualidades de una misma etnia, muy raramente establecen relaciones sociales con los nativos. Estos sí, procrean a mayor velocidad que los nativos, con el riesgo de la consolidación de grupos alejados de la cultura y costumbres españolas.

Lo ocurrido recientemente con los asesinatos en las Ramblas de Barcelona es una muestra palpable de cuanto hemos venido hablando. Una docena de muy jóvenes, nacidos en España, que vivían en un pueblo de Catalunya, estudiaban en España, jugaban con gente de su edad en el pueblo, jugaban al fútbol en el equipo de fútbol junto a otros «amigos» naturales del país, pero fueron captados por un Iman que les comió el coco, hasta llegar a platearse una acción criminal al grito de Alá es grande, con el resultado de dieciséis muertos en la «faena», además de perder la vida la mayoría del grupo.

Como sería una ingenuidad creer que un episodio semejante no ha sido más que una acción aislada, lo más probable es que la policía haya tomado buena nota para tratar de evitar otra masacre, pero una vez más los malos han acabado por ser más listos que los buenos. Con la promesa inculcada de que morir en el empeño garantiza alcanzar el cielo, «su» cielo, donde les esperan hasta siete vírgenes por barba, no faltará un roto para un descosido, lo que nos lleva a pensar que otros seguirán el camino de la inmolación en cualquier lugar del país que les ha acogido. Y es lo que hay.

Lo que ha empezado con una minoría en el «cole» la presencia de hijos de la emigración seguirá creciendo. Serán, como no, en su mayoría, personas de bien que gozarán de una educación pública, gratis y obligatoria, además de un sanidad excelente para resolver cualquier contratiempo, pero el riesgo sigue siendo real. Entretanto, los jóvenes nativos, sin perspectiva de un futuro razonablemente, seguirán sin matrimoniar ni tener hijos, por la carencia de un trabajo pagado también razonablemente.

El desempleo, todo y la propaganda del Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que habla de haber ganado la partida del paro, no se ajusta a la realidad porque en buena parte los contratos de trabajo lo son en precario, circunstancia que la sociedad ha resuelto a su manera, quiere decirse manteniéndose los hijos en el hogar paterno, que carga con su manutención, mientras el noviazgo sigue hasta cuando Dios y el gobierno español quiera, lo que no se vislumbra ni a corto ni a medio plazo.

Llegado el momento en que los trabajadores con empleo normal en la actualidad vayan alcanzando la jubilación y llegado el relevo generacional, se estará ante una sociedad cada día más vieja y con un relevo insuficiente, consecuencia de tantos años de natalidad disminuida por obra y gracia de la imposibilidad de traer hijos al mundo. Ni es un problema menor ni cabe ponerse de perfil. Puesto que el Gobierno no quiere enterarse, es tiempo de que la oposición, con los sindicatos de clase cojan el toro por los cuernos.

Los empresarios, por su parte que están a lo suyo, ganar dinero, lo que es su obligación y su afán, debería pensar en lo de pan para hoy y hambre para mañana. Vivimos en sociedad y la sociedad exige compromiso, cada cual desde su función.