Viendo el tenso ambiente que se vive en Cataluña me viene a la cabeza Truman Capote. No, no estoy pensando en «A sangre fría», sino en una frase del escritor y periodista estadounidense que me golpea todos estos días: «Una conversación es un diálogo, no un monólogo. Por eso hay tan pocas buenas conversaciones: debido a la escasez de personas inteligentes». Y mira tú que enseguida le pongo rostro a dos personas cortas de mira: Mariano Rajoy y Carles Puigdemont.

Vivimos la época del postureo, del que no escapan los líderes políticos locales, nacionales o mundiales. Ahora hay que demostrar ante las masas quién la tiene más grande. Rajoy y Puigdemont están en ese momento, no en el que nos apunta Capote, sino en el del macho alfa. La tensión se masca en la calle, y al presidente catalán y los suyos les entra la risa en mítines como el de Tarragona, aunque para la mofa fácil no ayuda que se envíe a guardias civiles en barcos tuneados con la cara de Piolín. El Tribunal Constitucional ilegaliza el referéndum y ahora los independentistas definen como golpe de Estado que los jueces obliguen a cumplir la ley. ¿Esperaban a caso una alfombra roja junto a cada urna el 1-0?

Y qué decir del mandamás español, que ha sido la gasolina durante todos estos años del mayor conflicto político que vive España desde hace décadas. Cataluña necesita una respuesta que el líder popular es incapaz de dar. Por eso, lo mejor que podría pasar es que Rajoy se vaya a su casa, pero que le acompañe de la mano Puigdemont, que ha convertido el Parlament de todos los catalanes, no solo de los independentistas, en su chiringuito. Hacen falta nuevos interlocutores para un diálogo que se antoja el único camino para debatir si es posible, si es deseable, un referéndum pactado para dejar que los catalanes decidan su futuro.

El PSOE también tiene aquí su papel, aunque desde que empezaron las detenciones en Barcelona, y desde que el conflicto social se ha elevado en la calle, nadie sabe nada de Pedro Sánchez, cubierto por el casi siempre certero Miquel Iceta. Eso sí, ¿se imaginan un panorama político como el actual, con Mariano Rajoy de presidente y a su derecha Susana Díaz al frente del PSOE? Vamos, se me ponen los pelos de punta.

Diálogo es la palabra mágica, pero nadie es capaz de ponerla en práctica. Aquí mola más tocar las narices al adversario político que buscar puntos de encuentro. A nivel casero nos encontramos con el PP y el PSPV, con Javier Moliner y Amparo Marco. Los socialistas buscan dar carpetazo al denominado caso Lafuente y, en un procedimiento selectivo abierto, han elegido a una técnica de la diputación provincial para ocupar su puesto. Pero claro, era fácil esperar que Moliner lo pusiese... difícil, consciente de que el tema Lafuente ha generado la primera gran crisis entre PSPV y Compromís en el consistorio municipal.

Porque la política se ha convertido en eso: en monólogos y postureo. Aunque lo cierto es que Rajoy, Puigdemont o Moliner son unos auténticos aficionados ante los dos machos alfa por excelencia de nuestros días: Donald Trump y Kim Jong-un, que nos muestran a diario que son los que la tienen más grande. Quien sabe, igual ellos nos den sin querer la solución a Cataluña y a todo el planeta apretando a la par sus botones rojos.