La castellonense Lidia Teruel es una de los miles de residentes afectados por los devastadores incendios del norte de California que todavía están fuera de control. Reside en Santa Rosa con su pareja y sus tres hijos de 11, 7 y cuatro años y el domingo de la semana pasada vivió, junto a su familia, uno de sus peores días.

En declaraciones al portal web de noticias ABC News explican que ya habían acostado a los niños cuando, alrededor de las once de la noche, cuando escucharon ráfagas de viento muy fuertes y árboles caer. Además, empezaron a ver como una luz que parpadeaba en el cielo.

En plena noche empezaron a escuchar a gente gritando y golpeando las puertas. Lo primero que pensaron es que la policía iría persiguiendo a algún delincuente, sin sospechar que la puerta de su casa sería la siguiente en ser aporreada. Cuando oyeron los golpes se asomaron por la ventana y vieron a sus vecinos en pijama corriendo y todo el barrio lleno de camiones de bomberos, coches de policías y ambulancias.

"Abrimos la puerta y empezaron a gritarnos: ¡Salid, salid, tenéis que salid! Hay un incendio!", narra el marido de Lidia a la web informativa estadounidense quien añade que, en cuanto miraron hacia la colina vieron un paisaje totalmente anaranjado por el color de las llamas y cuando abrieron la puerta ya percibieron el olor a humo.

A Lidia y a su familia no le quedaba otra opción que huir. Y así lo hicieron. Rápidamente, y solo con la ropa que llevaban puesta, se subieron al coche y pusieron rumbo a casa de un amigo. Solo la hija mayor cogió un oso de peluche y una manta. Eran las dos de la madrugada.

Al día siguiente, ya por la tarde, la pareja pudo volver a su casa. Dejaron a sus hijos a salvo con un amigo y, junto a un vecino, caminaron 30 minutos hasta llegar al barrio. "Parecíamos unos zombis. Los bomberos nos miraban y asentían».

Al llegar, el sentimiento de tristeza, rabia e impotencia se adueñó de la castellonense al comprobar que el fuego había arrasado con la vivienda y todas las pertenencias que había en su interior. «No queda nada de nuestra casa. Lo único que permanece en pie son las paredes del baño. Todo lo demás está quemado", narra Carlos a ABC News. Lidia, incluso dejó el bolso con la alianza de la boda en su interior. Todo fue pasto de las llamas.

Tras el impacto de haberlo perdido todo, ahora están intentando volver a la normalidad pero no saben por dónde empezar. Los niños son lo que más les preocupa por cómo van sentirse emocionalmente ante esta situación. "Uno está triste y los otros dos enfadados. Nosotros mismos estamos en shock", explica el marido.

Les esperan unos días difíciles, no tienen seguro para inquilinos y los amigos les están envíando ropa. "Será difícil. No sabemos por dónde empezar. Solo tengo un par de pantalones cortos y dos camisetas», añade Carlos. Pero en medio de todo lo que se les viene encima, el matrimonio está agradecido.

Carlos y Lidia aseguran que la gente de California, donde trabajan de profesor y como subdirectora, "tiene un gran corazón". "Hemos tenido el apoyo de la familia y amigos, somos muy afortunados por ello", concluyen.