Para empezar no estoy de acuerdo con que la culpa de la derrota hubiera que adjudicarla a la falta de competitividad de los futbolistas, que compitieron bien, todo y que dada la supuesta superioridad de ellos sobre los otros, pudo aportar algún exceso de autoestima propio. Seguramente fuera así, pero el interés puesto en juego sobre todo en la segunda parte no puede negarse honradamente. El Villarreal encajó el gol a balón parado, otra vez, y eso tiene que ver poco con el compromiso. Esas cosas se entrenan, maestro, independientemente del acierto del contrario en el saque de la correspondiente falta.

El otro factor y lo que viene es solo una hipótesis, tiene que ver con que el entrenador Calleja se llevó en la mochila hasta Ponferrada el compromiso liguero que le espera este fin de semana ante el Atlhético de Madrid. Porque una cosa es rotar para descargar de minutos a quienes se consideran más o menos habituales y otra pegarle un cambiazo a la alineación de toma pan y moja. En Ponferrada jugaron los que menos lo hacen y buena parte de ellos se estrenaban en el primer equipo, lo que está muy bien para que vayan adquiriendo confianza, pero son huérfanos de los movimientos con balón o sin él, ya mecanizados, lo que no puede ocurrir en un partido donde la mayoría de sus componentes juegan juntos por primera vez. Rotaciones, sí, más de tres o a lo sumo cuatro, porque a partir de ahí se destroza lo aprehendido (y va con hache). Achacar la derrota a falta de compromiso es injusto y apesta a excusa.

El uno a cero de la derrota, ni es el fin del mundo ni por supuesto pone la eliminatoria a una distancia inalcanzable, pero insiste en el error de cambiar a tanta gente y hacerlo de golpe, lo que acostumbran a hacer los equipos mediocres y no es eso, no es eso. Y lo otro, si cada vez que el Villarreal tenga que afrontar cualquier jugada a balón parado sobre el área propia los espectadores de casa tenemos que echarnos a temblar, aquí está pasando algo.

De manera que concentración, dominio de los tiempos y los espacios en el área propia y la contraria y puesto a perder que sea ante los que son mejores. Los equipos de Segunda B, enfrentados a un cuadro de Primera División, se dejan la piel del minuto cero al noventa y eso está en el guión. ¿O es que nos desayunamos ahora?