M anuel Sanchis Martínez nació en Alberique y sin tilde en el apellido. Ha muerto en Madrid y con ella. Una transmisión radiofónica de Matías Prats, que nunca dijo Sanchó o Sanchéz, le cambió el apellido valenciano. Manolo se quejó tan amargamente que un día le dijo a su hijo: «Si yo soy Sanchis ¿como tú, mi hijo, has de ser Sanchís?». Manuel hijo, que ya era jugador del Real, no tuvo mejor respuesta que esta: «Es que yo soy de Madrid». Manolo nació en plena Guerra Civil, el 28 de marzo de 1938. Su fama como futbolista fue de guerrero, de incansable, de luchador hasta la extenuación. Se ganó merecidamente toda clase de elogios porque carente de gestos de finura, muchas veces con las medias caídas, protagonizaba jugadas para levantar al público de los asientos. Fue tal vez el primer lateral que supo correr por la banda como un auténtico extremo. Esta condición le hizo ganar los mayores elogios en el Mundial de Inglaterra, en 1966. Fue el legítimo futbolista de la entonces consagrada «furia». Donde algunos no supieron echar arrestos, salvó el honor con el gol a Suiza.

Manolo arrancó su carrera deportiva en equipos menores de la provincia. El Barcelona lo fichó y aunque no consiguió puesto en la titularidad sí fue cedido al Condal, el segundo equipo del club, que llegó incluso a jugar un año en Primera. De allí pasó al Valladolid y con 26 años recaló en el Real Madrid, con en el que fue campeón de Europa.

Fue con el equipo conocido como «ye-yé» con Araquistain y Betancor, Calpe, De Felipe, Pirri, Zoco, Serena, Amacio, Grosso, Velázquez y Gento. Calpe no jugó la final porque estaba lesionado. Sanchis fue el segundo valenciano campeón europeo. El primero, y en el mismo club, fue el alcoyano José Luís Pérez-Payá.

Sanchis cayó muy bien entre la hinchada madridista por su virtudes combativas y contó con el aprecio del presidente Santiago Bernabéu, quien desde los tiempos de Ramón Nebot solía acudir a los entrenamientos del equipo para utilizar con los futbolistas valencianos las pocas palabras que había heredado de su padre, abogado natural de Ontinyent.

Sanchis fue una gloria madridista porque se convirtió en el único héroe español en el mundial de Inglaterra. Derrotada la selección por Argentina (2-1) ni ganando a Suiza era posible seguir en el torneo. No obstante, había que salvar el honor. Suiza, por medio de René Quentin batió a Iribar y la derrota era nueva amenaza de gran decepción. En el minuto 57, Sanchis arrancó desde su banda y salvando contrarios llegó al área contraria y marcó el tanto del empate. Fue un gol épico por el modo en que lo consiguió. Sin ayudas, sin paredes, jugándoselo todo personalmente. En el 75, Amancio consiguió el gol del triunfo y con ello se salvó la vergüenza de la eliminación.

En aquel equipo había jugadores como Gento, Luis Suárez, Peiró, Del Sol e Iribar. El héroe, sin embargo, fue Manolo Sanchis. Después de los elogios inmediatos, en lugar de quedarse en Madrid para seguir gozando de plácemes y presencias en radio y diarios, con su mujer y su hijo, un niño de no más de tres años, se fue a Alberique. En su chalet, rodeado de naranjos y con familiares y amigos de la infancia, pasó sus vacaciones casi de modo frailuno. Otro en su lugar habría aprovechado el momento para estar presente en toda clase de saraos para ser homenajeado.

Con Manolo y Antonio Calpe, los laterales titulares del Madrid compartí muchos momentos. Eran figuras que disfrutaban charlando de cuestiones tan cercanas como las de nuestra tierra. Manolo siempre fue el mismo hombre amable, discreto y entrañable. Ha muerto con el buen recuerdo de cuantos lo conocieron. Los elogios que humanamente reciba como persona serán justos. Los merece. Se los ganó.