Sergi Escobar cumplió ayer en Novelda un sueño largamente perseguido. El nuevo entrenador del Castellón está viviendo unos de los días más felices de su vida. No hace falta adivinarlo, aunque se nota, él mismo lo repite cada vez que tiene delante un micrófono. Dice que se le ponen los pelos de punta solo de pensar en el banquillo de Castalia. «Son muchos años currando, ya me podré morir a gusto». Escobar no mide ni disimula: quiere que esa ola de entusiasmo e ilusión desborde miedos y responsabilidades y se expanda por el vestuario. Que sus futbolistas sientan lo que él, que defender la camiseta del Castellón no es un marrón sino un honor y un privilegio. «Esto es la hostia. Hay que gozarlo».

El de Escobar es un sueño de puro hincha. Lloró de pena en Murcia y en Sevilla, en los ascensos que no fueron, y de alegría en 2005, cuando el Castellón por fin volvió a Segunda. Escobar saltó al césped desde la grada, llevado por la euforia en el festejo.

La pasión de Escobar por el deporte fue temprana y amplia. Probó en el balonmano y en el voleibol. Fue campeón autonómico de patinaje de velocidad, y quinto de España. De niño jugó en el fútbol base del Almazora. Era portero. Cuando la portería se le hizo grande se pasó al fútbol sala. Estuvo cinco años en el Playas de Castellón y llegó a debutar en División de Honor. Fue un estreno fugaz. Salió a la pista y Paulo Roberto, el mito de El Pozo de Murcia, tardó unos pocos segundos en marcarle gol.

Escobar no solo jugaba. Ejerció de corresponsal futbolístico en Almassora para Levante de Castelló. Enviaba las crónicas del equipo local, tanto en Preferente como en Primera Regional. También colaboraba con medios radiofónicos. Todos estos vínculos con el deporte cristalizaron en los estudios. Escobar es profesor de Educación Física y jefe de estudios en el colegio Pascual Nácher de Vila-real. A final de semana pidió una reducción de horario para entrenar al Castellón. En los tiempos universitarios su vida dio un vuelco. Pepe Portolés, uno de sus profesores, lo reclutó para formar el equipo benjamín del Castellón. Escobar ha subido todos los escalones de la cantera albinegra. Llegó al juvenil. Su hornada favorita es la de Marc Trilles, Álex Felip, Jaume Almela y Ximo Ballesteros, entre otros. A ese equipo llegó en edad cadete Jordi Marenyà. Lo trajo él. Ayer, cerrando un círculo, fue en Novelda su capitán.

Un premio del fútbol

Escobar sabe el frío que hace cuando cae la noche en los entrenamientos. La arena y el caucho que va de las botas a las bolsas y de las bolsas a los maleteros. Ordenar las fichas con el delegado. La red de los balones de la federación. Las colas de los reconocimientos médicos. Los bocadillos del sábado de partido. Escobar siente su promoción al banquillo del Castellón como un premio para todo el fútbol provincial.

Por ahí se curtió en los últimos años, antes de volver este verano al filial del Castellón. «He estudiado mucho, me lo he currado mucho», remarca. Pasó por Alqueries, Altura, Almazora, Vinaròs, Segorbe, Burriana y Onda. Ahora busca la gloria en su Castellón.