Una explosión de color antes de la llegada del pardo invierno. Estos días los pueblos de Els Ports son un espectáculo de ocres, rojos o anaranjados contrastados con los verdes de los árboles de hoja perenne.

Once pueblos de la comarca se han unido para promocionarse como una marca: ´Els Ports és Autèntic´, una web experiencial con central de reservas gastronómicas y de alojamiento: www.elsports.es y, así, explicar al visitante, que cada pueblo es singular y complementa al de al lado. Se hace imprescindible una visita recorriendo lugares, caminando o rodando por sendas.

Si iniciamos la ruta en Vilafranca, en el extremo sur de la comarca, nos encontraremos en el país de la piedra en seco. Kilómetros y kilómetros de muros, «casetas», abancalamientos. Piedra sobre piedra sin argamasa. Es la seña de identidad del entorno de un pueblo industrial con un palacio gótico como ayuntamiento, una espectacular iglesia renacentista, portales de la antigua muralla formada por casas, un horno convertido en restaurante o pinturas rupestres al lado. Este viaje no es profundo. Para conocer cada secreto bien vale la pena dedicar un día a caba pueblo.

Cinctorres vive rodeado de ermitas. En lo alto Sant Cristòfol de Saranyana, más cerca la Mare de Déu de Gràcia y en el centro del pueblo la de San Luis. A un paso quedan las dos imponentes torres de su iglesia. Y remontándonos más en el tiempo visita obligada al Palau dels Sant Joans con su museo de dinosaurios. Los dinos también están en el yacimiento visitable Anna. Y en museos parada recomendable en el dedicado a los «faixeros». Una imponente estatua nos lo recuerda. De Cinctorres a La Mata. Pueblo como tantos otros de Els Ports de «l´Espardenya». Un museo lo recuerda. No en otoño, sino en primavera, llega a La Mata el Onso, que recorre los soportales de la Calle Mayor y las calles del pueblo. Una tradición que une el pueblo con el pirineo. Ermitas y peirones no faltan en el entorno para los apasionados del patrimonio.

Camino de Olocau del Rey nos encontramos con la «catedral de las ermitas». San Marcos se erige imponente con su plaza porticada en el encuentro entre Castellón y Teruel. Llegar a Olocau es recordar el románico en su iglesia, visitar la Virgen de la Naranja, descubrir el misterio de la antigua prisión, el horno o el dominante castillo.

Fortaleza en La Todolella

Castillo y palacio dominan La Todolella. El pueblo se arremolina bajo la fortaleza levantada para controlar el Río Cantavieja. De Todolella son conocidas sus danzas guerreras y sus «espardenyes». La danza ha dado la vuelta a Europa y es emblema de la comarca junto a las que se bailan en cada pueblo. El puente gótico de dos ojos desiguales nos permite llegar a Saranyana, pueblo que fue y que está reviviendo. Y en lo alto la atalaya de la ermita de Sant Cristòfol.

A un paso de la Todolella, Forcall, Cruce de ríos, unión del Bergantes, Calders y Cantavieja. Su plaza con el Ayuntamiento, el mesón de la Vila, el palacio dels Osset, las cuevas y bodegas que se esconden bajo el adoquín, el horno gótico más antiguo de Europa en funcionamiento, el museo de la fiesta medieval del fuego: la Santantonada, la antigua ciudad romana de Lesera. Argumentos que no caben.

Para llegar a Morella hay carretera directa, pero no olvidar junto al Bergantes a Villores. Con una historia vinculada también a l´Espardenya hoy abre puertas a la apicultura. Ortells, a la vera del mismo río, con su casa palacio en la plaza. Ortells es, como Xiva, pedanía de Morella. A Xiva la mejor manera de llegar en vehículo pasa por la carretera que se toma en el acueducto que un día llevó las aguas a Morella.

El encanto de Morella

La capital de Els Ports merecería capítulo aparte. Más de dos kilómetros de muralla, los infinitos portales, destacando Sant Miquel y Sant Mateu, el castillo en lo alto, la Plaça o calle Blasco de Alagón, la arciprestal basílica, el museo Temps de Dinosaures, el dedicado a las fiestas sexenales. Y, además, un término municipal de 400 kilómetros cuadrados donde caben campos de cereal, bosques de encina y pino, ríos, saltos...

Desde Morella, hacia la costa, serpenteando por la carretera, llegamos a Vallibona. Un pueblo comprimido, encastrado junto al río Servol que aguas abajo llegará a Vinaròs. Su iglesia merece mención aparte y, especialmente, el techo medieval pintado, caso singular en la Comunidad Valenciana, datado en el siglo XIV. En las ermitas de Santo Domingo y Santa Águeda las reminiscencias del románico llaman al visitante.

Y fin de ruta en la Tinença de Benifassà donde accedemos por Hebeset y su estampa de postal. En Castell de Cabres. Como su nombre indica el castillo preside el pueblo. Es el Ayuntamiento con menos empadronados en la Comunitat Valenciana. Su iglesia, las antiguas minas y carboneras, la piedra seca que conduce a Boixar, que remonta su nombre a la existencia de bosques de boj. En Coratxà la ermita románica más norteña de la Comunitat Valenciana evoca un paisaje donde reina la naturaleza. El barranco de la Tenalla, el Mas de Peraire, el Tossal dels Tres Reis, Fredes, el santuario de Santa María de Benifassà, la Pobla y Bellestar.