no en pocas ocasiones lo que nace con buenas intenciones acaba volviéndose en contra de lo que debía ser su propia naturaleza. Aquello que fue creado para hacer el bien acaba distorsionándose para beneficio de unos pocos.

Ya en la Grecia clásica encontramos el ejemplo de los denominados «Sofistas»; nombre de un grupo de maestros griegos de retórica encargados de educar a los habitantes, y de aconsejar los dirigentes. Estos eran bien vistos y reconocidos.

Sin embargo, con el tiempo, fueron señalados como tramposos y mentirosos siendo su misión engañar a los individuos a través de sus discursos

«Sofisma» es derivada de «sophía» que significa «sabiduría» y «sophos» que expresa «sabios», pero en cambio su significado nada tiene que ver, un sofisma no es más que una falacia: el engaño o mentira con la intención de dañar a alguien.

En el ámbito de la lógica, una falacia consiste en el acto de llegar a una determinada conclusión errada a partir de proposiciones falsas. En virtud de lo anterior, la filosofía de Aristóteles aborda la falacia como un sofisma, un raciocinio errado para engañar a las demás personas.

Y tal como paso en la democracia griega hoy vemos que nuestras instituciones están ocupadas por los sofistas. Nuestro sistema de toma de decisiones lleno de falacias que acaban por causar el descrédito de las instituciones y los gobernantes; y con ello el desencanto de la ciudadanía que se resume en la frase «al final todos son iguales» para referirse a la clase política.

Y lo importante ya no es «educar a los habitantes en la democracia y de aconsejar los dirigentes» sino que crean tus palabras sean verdad o no. Que te crean y quede desacreditado el rival.

¿Cómo fiarnos entonces a la hora de depositar nuestra confianza en unas personas u otras para que ocupen los puestos de responsabilidad en las instituciones? La sabiduría popular dice que «hechos son amores y no las buenas intenciones» así que aparte de escuchar los discursos deberemos fijarnos en sus acciones.

Están los que solo dicen; los que dicen y hacen; y los que dicen, hacen y por sus acciones acaban citados a declarar como investigados en un juzgado. Juzguen ustedes mismos.