Buenos días, que venía yo a hablar del piso en el que me he puesto a vivir alquilado y al que ustedes le han cortado la luz. Así de directo se dirige un cliente, ilusionadísimo, llamémosle Vicente, al funcionario de turno para negociar los servicios de su ¿nueva? vivienda. Con la cara de circunstancias propia de tan dura tarea -puede que sea un síntoma incluso, pero ese es otro tema-, y como si de una propiedad suya se tratara, desde el otro lado de la ventanilla le recuerdan que el motivo del corte del suministro son los impagos.

Pero Vicente no se arredra. Nosotros no hemos venido aquí a hablar del pasado, dice con tono calmado pero con la convicción necesaria. Mas enfrente no hay un hombre con sentimientos, sólo un frontón contra el que se estrella su reclamación. Mire usted, contesta aquel frío témpano, o me paga lo que debe o se queda sin luz.

Tampoco Vicente había llegado a la cita sin más. Había tenido tiempo de pasar por un asesor, carísimo pero de gran prestigio nacional. Jordi le llaman, y ha dejado singular recuerdo de su gestión en casos similares. Él es el autor del proyecto definitivo que ahora esgrimirá Vicente.

Fíjese bien, porque en esta casa van a vivir también dos hijos ilustres de la ciudad, dos personajes históricos, dos leyendas.... Las leyendas no están exentas del pago, sentencia impasible el oficinista.

Pues si quiere dinero lo va a tener a espuertas, le afea Vicente. Aquí tengo un documento con el que le anunció que este año me va a tocar la Lotería, y antes de cinco años la Primitiva, y prometo solemnemente que lo primero que haré será pagarle. Y aquél, parodiando a Larra, concluye, ¡vuelva usted entonces!

Vicente, sin perder un ápice de su desbordante optimismo, lanza un all in. Entiendo su celo profesional, le insiste, pero debe saber que ahí al lado hay un parque municipal en el que solemos pasear a todas horas, diríase que es nuestro, de hecho vamos a pedir al ayuntamiento que nos lo ceda, y con ese aval usted podrá devolverme la luz sin ningún problema.

Pero el maldito burócrata no está por la prevaricación y le cierra la puerta en las narices. Vicente, indignado, dará parte de tamaña falta de respeto, por eso le pregunta su nombre. Y el otro, impertérrito, desde la atalaya de su autoridad fiscal, le responde: Cristóbal, me llamo Cristóbal.

Vicente, ahora ya Sento, comprueba cómo alguno de quienes creía compañeros de aventura ya empiezan a dispersarse. Esto no es lo que nos había dicho Jordi. Cita a los diez mil amigos que creía tener y les recuerda que el acuerdo es bueno para todos, que vale la pena el esfuerzo y que dividiendo entre muchos salimos a poco. En esas, un desarrapado se atreve a recordarle que no es cuestión de pagar la deuda del propietario, que haber comprado primero la casa y no hacerle tan generoso favor.

Vicente intenta ser condescendiente. El vulgo no entiende de arrendamientos, pactos y sinergias. El populacho sólo está para poner dinero, pero otro mangante le cuestiona tan clasista posición al preguntarle cuánto iba a poner él. Y Vicente se enfada, como no podía ser de otra manera. Si ya me lo había dicho el dueño, son todos unos tacaños. Y al final se irá, dejando a todos en la calle, sin casa donde refugiarse ni luz para alumbrar el futuro. Desolados, como los personajes de los textos de Dickens.

Apenas una semana le ha durado el sueño a Sergi Escobar. El domingo se cayó de la cama y se abrió la cabeza. Creía que podía hacer como en los muchos equipos en los que ha demostrado su valía, anteponiendo ese prurito de los jóvenes técnicos empeñados en dejar su impronta, sin calibrar si es lo mejor para el equipo. Porque no puede justificar con ensayos la ausencia de Javi Serra dado el momento que atraviesa y las necesidades que tenemos de su velocidad, su verticalidad y sus cojones.

Que esa es la otra, a las primeras de cambio ha venido el presidente a decir que no todos los jugadores los ponen. Para eso está el mercado de invierno, no para esperar que la inercia te solvente tu falta de recursos. Máxime si recordamos que todo el proyecto se basa en el ascenso este año -la lotería del cuento previo-, y deviene difícil convencer a nadie de nuestras opciones si dos colistas como el Almazora y el Borriol nos bailan.