Diferentes cambios sociales y demográficos están influyendo en nuestro modelo de familia tradicional (divorcio, aumento de la esperanza y de la calidad de vida y cambios en nuestra concepción del duelo, entre otros), dando lugar a las llamadas familias reconstituidas. Cuando cesa el vínculo de la pareja y uno, o ambos miembros, crean otra familia, pero ¿se trata realmente de una familia diferente y separada de la primera?

No se trata de un borrón y cuenta nueva ni mucho menos. Todas las nuevas familias cuentan con una historia personal detrás con la que lidiar, pero el reajuste que debe hacerse cuando hay hijos de por medio va más allá de lo que se espera de una nueva y excitante relación amorosa. Hay muchos tipos de familias reconstituidas y en cada una de ellas entran en juego diferentes actores, y con ellos sus emociones, sentimientos, interacciones, personalidades y necesidades.

Puede que solo un miembro de la pareja tenga hijos previos a la nueva relación o que sean ambos. En este último caso se está en igualdad de condiciones y es más fácil empatizar con el otro, aunque las habilidades de resolución de conflictos no tienen porque ser similares. En la primera situación puede haber mucha incertidumbre sobre cómo reaccionar con los hijos de tu pareja y existir cierto sentimiento de inferioridad (todos sabemos la mala fama que tienen las madrastras en la sabiduría popular), así como una sobreprotección de los propios hijos por temor a que se sientan mal o, por el contrario, una minimización de los sentimientos de estos y actuar impulsivamente, presentándoles todas sus relaciones.

La edad de los hijos es relevante, puesto que si son pequeños parece más natural la adaptación a la nueva situación, pero conforme van siendo más mayores pueden sentir al nuevo miembro como un intruso al que combatir (y del mismo modo a los hijos que éste aporta). Los celos entran en escena y se deben trabajar correctamente. Todo depende del grado de afección, puesto que se trata de un sentimiento adaptativo a priori. Puede que los niños también tengan que hacer frente al abandono de la idea de la reconciliación entre sus padres.

A todo esto hay que añadir a la otra familia de los niños, la o el ex y todo el séquito. El modo en el que se ha terminado la relación y cómo se gestionan los encuentros y tomas de decisiones es importante. Si todo lo relacionado con esa antigua relación es problemático, el introducir un nuevo miembro sólo puede añadir más leña al fuego.

Parece un complicado tetris en el que ir encajando las diferentes situaciones, pero existen unas habilidades básicas con las que poder hacer frente a todas ellas. Puede que se disponga de alguna de estas, pero otras se tendrán que trabajar conscientemente para alcanzar el bienestar personal y familiar. Estas son:

No tener prisa. Lo ideal es afianzar la relación antes de las presentaciones de rigor y preparar los momentos.

Evitar los enfrentamientos con los hijos ajenos y con los ex de tu pareja. No hay que añadir más conflictos de los necesarios. Si esto sucede puede ser que sea demasiado pronto o no se esté preparado todavía para dar el siguiente paso.

Olvidarse de suplantar ningún rol. Hay que buscar el propio sitio dentro de la nueva familia.

No caer en el chantage emocional. No dejar a un lado la disciplina y los valores que se les quiere transmitir a los hijos por el sentimiento de culpa que puede sentirse.

Respetar las decisiones de la pareja con respecto a sus hijos.

Ser sinceros con los niños, escucharles y respetar sus ritmos.

No es una adaptación sencilla, pero no por ello pierde la posibilidad de ser maravillosa. Todas las relaciones pueden generar dificultades a las que hacer frente y una ayuda profesional y especializada puede aportar muchos recursos y habilidades beneficiosas.