La llegada del AVE a Castelló ha servido para volver a poner de manifiesto esa suerte de cainitismo que nos distingue, con unos encantados con la comodidad del servici o, sus prestaciones y, sobre todo, la promoción que representa; y otros, poniendo el acento en el retraso, 11 años y 32 minutos, en la afección negativa sobre los trenes de Cercanías y en la falsa alta velocidad vendida. Hay para todos los gustos, pero nadie renuncia a lo conseguido. Porque la reivindicación no es sinónimo de renuncia, si no de exigencia de mayores compromisos con esta tierra.

Más o menos es lo que ocurre en torno al CD Castellón. No faltará quien se conforme con ver lejos a Osuna o David Cruz y ser terceros en la clasificación. Otros, entre los que me incluyo, preferimos ver entre rejas a los delincuentes y ascender. Eso no significa dejar de poner en valor lo que se ha conseguido en estos pocos meses, pero sirve para señalar lo mucho que queda por hacer. Las dos son vías legítimas para lucir con orgullo el albinegrismo, pero a nadie se le ocurre pensar que dos aficionados lleguen al insulto porque uno alabe el rendimiento de Javi Serra y otro prefiera el de David Cubillas. Elevo al paroxismo el ejemplo para ridiculizar ese movimiento que se ha levantado contra quienes exigen algo más que marketing y llaveros de los actuales gestores del club.

La discrepancia es sana y el debate está abierto para que el albinegrismo sume desde la pluralidad de criterios. Porque es tan lícita la crítica como el halago, cuestión distinta es si se escribe, se habla, se ríe y se hace lo que mande el cliente. Antes se le llamaba prostitución, los trolls de ahora son mucho más baratos, en tanto que onanismo puro. Es una de las marcas de la casa, el dominio de las redes sociales y el proselitismo para acabar controlando los titulares de la prensa. Buscar el desprestigio de los fiscalizadores para no dar respuesta a sus dudas.

No es cosa de rajar por rajar, pero supongo que tampoco se aceptará que ya está todo conseguido y no hace falta nada más. Digo que nunca está de más agradecer la compra de la SAD, mientras se recuerde que hay un juicio pendiente por la titularidad de las acciones suscritas. Como tampoco deviene baladí insistir en que la ampliación de capital no ha acabado con los problemas económicos y que un desembolso al 50% y a cinco años vista aplaza la que debiera ser la ampliación/solución definitiva.

También sería hora de que se anunciara un plan de viabilidad y que se aparcara la exigencia de una cesión de Castalia por veinte años. El estadio necesita una reforma que, indefectiblemente, deberá acometer el ayuntamiento, pero no puede ser la piedra angular del proyecto, porque más allá de la alquimia contable de presentarlo para contrarrestar el déficit no frenará a los acreedores, y mucho menos a Hacienda y la Seguridad Social.

Ya puestos, preguntar para cuándo piensan entregar la documentación pedida en junta general de accionistas y a la que están obligados legalmente. Y de paso, que pongan fecha a la ampliación de la demanda contra Castellnou y contra Cruz. No nos importa las condiciones por las que han entrado en el club, siempre que no sean constitutivas de un nuevo delito societario, que en el Castellón parece imán.

Sin dejar de aplaudir la campaña deportiva, con cuatro bajas de dudosa argumentación e indiscutibles malas formas, queda claro que estamos todavía lejos del ascenso. Decirlo no es un pecado de lesa patria, más bien constata la grandeza de este club en el que la exigencia es máxima. Quien no lo entienda así, que siga en tweeter que ahí no molesta.