Las Corts, el parlamento autónomo que se ubica en el antiguo palacio de los Borja,parece que quiera que el espacio singular de las tascas castellonenses se preserve, como si se tratara de l´Estany de Almenara, la gamba miravitense o el parque natural de Penyagolosa. El peligro de extinción, se conoce que se cierne sobre este lugar único, en clara regresión. Sin ir más lejos, hace unos pocos meses en la calle Isaac Peral se dejaron de consumir zurras y zarajos, pues había cerrado El Mejillón; y La Cueva ya hace años que no sube la persiana. Se podrá alegar que la culpa fue de la presión que ejercieron los propietarios del párking de la finca de Esfera, esa que diseñó la arquitecta Cristina Fortanet, esposa (entonces) de Alberto Fabra, responsable de urbanismo por aquellos años. Poco o nada sabemos de los desvelos de este político (hoy senador) por las desaparecidas zurras y los zarajos. Pero el hecho cierto es que, cuando comenzaron los problemas, el PP prefirió realizar sus ruedas de prensa en una conocida tasca de Barracas y no en la calle Isaac Peral.
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Castelló, «Sense soroll» y sin ley
En paralelo, las mediciones del ruido -allí llamado «soroll», por la acción de la asociación Castelló Sense ídem- dieron como resultado la declaración de la zona como «acústicamente saturada», que implicaría una serie de restricciones horarias al hecho de ser tolerantes con el consumo de alcohol en la vía pública. Excepción de la que no disfrutan, por ejemplo, las tascas de la vecina Campoamor. En este punto, a cualquier responsable público se le llenaba la boca con la consabida «conciliación» del derecho a ese esparcimiento callejero y al derecho a hacer caja, y el derecho al descanso vecinal y a poder sacar el coche en el mencionado garaje. Tanto se quería conciliar que incluso la ONG contratada a tal efecto se autodenominó «Concilia», una entidad con mejor voluntad que resultados, cuyos esforzados miembros parecían damas del Ejército de Salvación o de la Liga Antialcohólica.
Trascurrida más de una década , pasamos del populismo de los populares al populismo bipartito de los pactos del Grau y del Botànic, que son los grupos que ahora alientan la modificación en el articulado de la ley valenciana que ha de regular la salud (sic) pública. Los partidos políticos pretenden, de este modo, traspasar la competencia de la conselleria del ramo al ámbito municipal, pues, desde su publicación en el DOG, será el Ayuntamiento de Castelló el que regule tanto el cumplimiento de los horarios nocturnos como el control de la graduación de las bebidas que se puedan consumir en esa calle.
Ignoramos si se trata de una mera declaración de intenciones -por lo que han venido a proclamar los distintos portavoces- o de una declaración unilateral, una especie de DUI de Barracas. Lo que sí sabemos, es que se ha perdido la oportunidad de ampliar esta «singularidad» a todo el entorno del centro; como si nuestros políticos sintieran una especial querencia por unas tascas en perjuicio de otras.