La librería Argot de Castelló acoge el próximo sábado 10 de febrero la presentación del libro «¡Gracias, vida!» de Rosa Rodríguez (Cádiz). Enfermera de profesión decide escribir este libro para romper con el tabú de la muerte e introducir esta palabra en la literatura infantil. Tras el fallecimiento de su cuñada en el parto de la tercera criatura, quiso ayudar a sus sobrinos a superar tal pérdida pero no encontró libros para niños que hablaran de la muerte. «Hay muchos libros infantiles pero hablan de que las personas duermen eternamente, están en el cielo, que son una estrella,... pero en ningún libro encontraba la palabra muerte. De ahí nace las ganas de escribir este libro», explica la autora.

P ¿Por qué cree que la literatura infantil evita la palabra «muerte»?

R Porque, desgraciadamente, hoy por hoy sigue siendo un tema tabú. Hace cien años no lo era y mientras más esperanza de vida tenemos, más tabú se hace. Es una cuestión cultural y social. En cada cultura la muerte se celebra de una manera diferente y, en España, tenemos muchísimos tabúes a la hora de hablar de la muerte con los niños, porque a los mayores nos da miedo. La mayoría de los padres, cuando les dicen ha fallecido alguien, la primera pregunta que se hacen es: ¿Con quién dejo a los niños? ¿Y por qué si los niños también forman parte de la familia? Es como una tendencia generalizada a aislarlos del duelo.

P ¿Cómo afecta a los niños esa falta de comunicación?

R No hablar de la muerte a los niños tiene afecciones negativas. La gente se piensa que los niños no sufren el duelo y los niños sufren todas y cada una de las etapas del duelo, igual que el adulto. La única diferencia es que el niño depende de la explicación de los adultos para poder asimilarlo o poder empezar su duelo y superarlo. El niño depende de que el adulto le explique que la muerte es esto y te va a pasar esto. El mensaje del libro es: «Por favor, sentémonos con los niños a hablar de la muerte e introduzcámoslos en el duelo».

P ¿A cualquier edad?

R Sí, a cualquier edad. Es verdad que, a nivel psicológico y fisiológico, un niño empieza a asimilar la muerte como algo irreversible a partir de los seis años. Mi sobrino tenía cuatro años cuando murió su madre y hasta ahora -ya tiene seis años- tenía la sensación de que su madre iba a aparecer en cualquier momento.

P ¿Cómo lo expresan los niños ese dolor?

R La gran diferencia entre los niños y los adultos es que los niños tienen una capacidad intermitente del dolor: lloran y patalean cuando les duele algo pero a los cinco minutos están jugando y riendo. Y lo mismo pasa con el duelo. Los niños tienen una capacidad de enchufarse y desenchufarse al dolor de una manera muy intermitente. De repente pueden tener una pataleta y empezar a llorar porque echan mucho de menos a su madre o porque tienen miedo a la muerte y, de repente, están jugando con la bicicleta. Pero no solo hay que mirar si llora o no llora. Tienes que observar al niño y ver qué cambios está viviendo: en el sueño, la alimentación, la conducta... Se generan muchos miedos nuevos, mucha incertidumbre, muchas preguntas. Hay quienes maduran de golpe con un exceso de responsabilidad y olvidan que son niños.

P ¿Qué edades tienen ahora sus sobrinos?

R La mayor tiene ahora 9 años, el mediano seis y la pequeña dos años y cinco meses.

P ¿Han superado la muerte de su madre?

R Están en fases diferentes. La mayor tiene un dolor totalmente superado y es capaz de ver un vídeo de su madre, reírse de cosas que vivió con su madre,... El mediano está en fase de aceptación. Ya ha entendido que su madre no va a volver, pero no es capaz de sentarse a ver un vídeo de mamá. Se va corriendo y dice que no puede verlo, que se muere de pena. A la que le queda un largo camino es a la pequeña que, evidentemente, todavía no ha iniciado su duelo. Lo iniciará cuando crezca y entienda que mamá murió en el parto. Está en esa fase de que tiene que llamar «mamá» a alguien porque todos los niños llaman «mami» a alguien, pero aún no es consciente de que no tiene una madre. Llama «mamá» a su abuela, pero su abuela le explica que su mamá murió y le enseña una foto.

P ¿Y el padre?

R Mi hermano lo ha superado con mucha unión familiar. Está totalmente apoyado en nuestra madre y la familia. Él está apasionado con sus hijos, su vida son sus hijos, ha recuperado la sonrisa y puede hablar de su mujer sin romperse a llorar. Un poco el duelo está superado cuando puedes hablar de la persona que ha muerto sin romperte a llorar.