las huestes aragonesas -tropas de Albarracín, Teruel, Daroca, Zaragoza,?- que acompañaban a Jaime I trajeron consigo una serie de tradiciones religiosas y devociones populares que tenían en sus lugares de procedencia y las implantaron en tierras valencianas conforme iban repoblándolas y vaciándolas de islamismo.

Uno de los primeros lugares donde se dejaron caer en este Reino fue Burriana, cuya mezquita convirtieron pronto en ermita de san Blas, dado el gran número de milagros y favores que le atribuyeron, de manera especial en lo tocante a las continuas epidemias de «garrotillo» que sufría el personal, sobre todo infante. De aquella vieja tradición ha devenido que hoy san Blas sea patrón de Burriana y tenga alzada preciosa iglesia en su honor.

La devoción a san Blas se extendió como una mareada por todo el territorio valenciano, pasando incluso de tierras alicantinas, donde tiene gran predicamento, a las murcianas. El 3 de febrero de 1265, Jaime I conquistó la ciudad de Murcia para el bando cristiano. Un hecho que la ciudad agradeció en adelante cada 3 de febrero, festividad del Obispo de Sebaste, acudiendo a una ermita que se construyó para venerar al santo en una de las puertas de la ciudad.

San Blas se perfiló como protector contra las epidemias de garrotillo o peste de las anginas y los consejos municipales de los pueblos comenzaron a tenerle en cuenta como abogado contra los males de garganta, unos declarándolo patrón del pueblo, otros erigiéndole ermitas o estableciendo romerías en su honor realizándose votos y promesas.

En el siglo XVII, el garrotillo hizo grandes estragos por doquier. En Bocairent se aclamaron a él y cuenta la tradición que les libró el santo de una buena epidemia, por lo que en gratitud le quitaron el patronazgo a san Jaime y se lo dieron a san Blas, a quien le siguen dedicando grandes y solemnes fiestas.

En el mismo siglo, Montaverner sufrió una epidemia de difteria quedando todos los vecinos afectados, como no tenían imagen de san Blas fueron a Bèlgida a por la suya y se la trajeron al pueblo. Nada más entrar el santo en el pueblo se obró el milagro de que todos los afectados quedaron curados de difteria sanando al instante. Desde entonces le veneran también como patrón. El milagro aquí quedó documentado en los libros parroquiales y en un acta notarial que se conserva.

Los libros de defunciones de nuestros Registros Civiles están llenos de Actas donde consta como causa de la muerte de las personas el garrotillo, enfermedad que hoy se conoce por la difteria, inflamación de la garganta. El nombre le venía de la pena de muerte de «garrote vil», estrangulamiento. Según las viejas enciclopedias médicas se trataba de una «enfermedad de la garganta por la hinchazón de las fauces, que embaraza el tránsito del alimento, o la respiración». Hoy se explicaría como «difteria grave u otra forma de angina maligna que solía producir la muerte por sofocación».

La actual medicina ha logrado revelar con eficacia a san Blas en su responsabilidad sobre este tipo de enfermedades, que afectan de manera especial a la infancia, que cuenta con valiosas vacunas preventivas.