Pobre Fofó, si levantase la cabeza vería lo mal que han envejecido sus canciones. Es un blanco fácil. Cantar «Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar, pero no pudo jugar porque tenía que lavar» era, entonces, un reflejo de la machista sociedad de antaño, aunque yo no presupongo que Fofó fuese un machista descontrolado, ni creo que los de mi generación hayan visto alterados sus valores por tal maligna canción.

Me preocupan más los nuevos fofós, como Maluma, que solo tiene 31 millones de seguidores en Instagram ¿Sabe que su hija e hijo desayunan, almuerzan, comen, cenan y se acuestan con sus canciones? Esta es mi favorita: ´Cuatro babys´. Tiene estrofas que se saben nuestros adolescentes al dedillo. Les acerco a algunas de ellas: «Estoy enamorado de cuatro babies. Siempre me dan lo que quiero. Chingan cuando yo les digo .Ninguna me pone pero. La primera se desespera. Se encojona si se lo hecho afuera. La segunda tiene la funda. Y me paga pa' que se lo hunda. La tercera me quita el estrés. Polvos corridos, siempre echamos tres...» Fantástica, ¿verdad? A ver si también les molan la siguientes: «Me tiene enamorado ese culote con ese pelo rubio. Pero tengo otra pelinegra que siempre quiere chichar. La pelirroja chichando es la más que se moja. Le encojona que me llame y no lo coja. Peleamos y me bota la ropa y tengo que llamar a cotorra pa' que la recoja. Tengo una chiquitita nalgona con el pelo corto .Me dice papi vente adentro, si me preña».

Y que tal, para rematar, esta otra parte del temazo: «A todas yo quiero darle. Me tienen bien confundío. Ya no sé ni con cuál quedarme, Y es que todas maman bien. Todas me lo hacen bien. Todas quieren chingarme encima de billetes de cien...» Sublime sin duda, pero aquí el malo sigue siendo Fofó.

Y es que estamos en la época del postureo, del feminismo exacerbado y manipulado, ese que lleva a políticas como la podemita Irene Montero o a la socialista Adriana Lastra a querer feminizar lo de por sí ya femenino: la palabra ´voz´, como si ponerle ahora una ´a´ a cualquier ´palabro´ fuese sinónimo de ser lo máximo en los derechos por las mujeres. Más les debería preocupar que engendros musicales como Maluma dejen a la mujer como trapos, o luchar entre todos por la igualdad salarial, laboral y social que tan manca está de resultados en este país. Batallar, en definitiva, por una mejor respuesta judicial y por inculcar más valores sobre igualdad en los centros educativos, en la sociedad.

Pero el ámbito de lo absurdo llega por todas partes. Leí hace unos meses que una periodista de la CNN pedía que se eliminase la película «Qué bello es vivir», de Frank Capra, por machista y patriarcal. Precioso, carguémonos todas las películas de rubia tonta de Marilyn Monroe, eliminemos de los archivos del cine a Alfred Hitchcock y destruyamos West Side Story por machismo y racismo. Y de paso, nos vamos al Museo del Prado y quemamos «La Maja Desnuda» de Goya por obscena y «Las Tres Gracias» de Rubens por exhibicionistas. Nos estamos volviendo gilipollas, o en este caso debería decir también gilipollos. Yo me pregunto si ese es el feminismo que tanto lucha por los derechos de la mujer o estamos disfrazándolo todo de un insoportable tufo inquisitorial.

Tampoco andamos mancos a nivel local. Aún sigo preguntándome cómo la vicealcaldesa de Castelló, Ali Brancal, se metió hace un año en el charco de gastarse pasta en un calendario en contra de Los Simpsons, la serie sin duda más irónica y crítica de los últimos años sobre la sociedad actual. Brancal temía que esta ficción americana pudiese «contribuir a consolidar modelos familiares en los que no existe una igualdad real entre el hombre y la mujer». Vamos, para multiplicarse por cero y salir corriendo.

La última ocurrencia ha sido criticar el calendario solidario, a beneficio de la asociación Síndrome de Down de Castelló, donde bomberos y policías locales, hombres y mujeres, exhiben cuerpo, escotes y abdominales. No tenga usted sueños eróticos con un bombero apagando su fuego o con una policía cacheándole de arriba a abajo. El erotismo ha muerto.

Pero el postureo máximo nos viene sobre ruedas, con la Fórmula 1 prescindiendo de las azafatas. Creo que nadie puede poner en duda que eran utilizadas como meros objetos sexuales, con modelitos dignos de la mansión Playboy, pero quizás hubiese sido el momento de regular su trabajo, de azafatas y azafatos, de forma decente. Pero no, los sustituimos mejor por niños en el petulante mundo de la Fórmula 1. Seguro que aprenden muchos valores los pobres.

Aún sigo esperando que decidan no programar carreras en Baréin y Abu Dabi, donde las mujeres no son absolutamente nada, pero claro, los petrodólares mandan. Pero bueno, no me hagan mucho caso, porque en este mar de dudas, ya no sé si soy periodista o periodisto.